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EL SEIS DOBLE - DIARIO DIGITAL DE ALZIRA

ALZIRA Y SU PASADO (4) __ NOMENCLATURA URBANA DE ALZIRA __ AÑO 1954 __ ARTÍCULO ESCRITO POR FRANCISCO REDAL SUÑER

ALZIRA Y SU PASADO (4) __ NOMENCLATURA URBANA DE ALZIRA __ AÑO 1954 __ ARTÍCULO ESCRITO POR FRANCISCO REDAL SUÑER

Desde mi vuelta a la ciudad de Alcira, luego de una estancia de muchísimos años en el extranjero, uno de los nombres que más me han llamado la atención en la denominación de sus calles ha sido la de la “Plaza del General Dolz”.

Me extrañó el expresado rótulo cuando siempre, desde la infancia (que ya va para largo), sólo la conocía por “Plaza de Dolz” a secas. ¿A qué se debe este cambio contemporáneo?

Dolz, Dolz… -pensé- hay muchas personas con este apellido aquí. ¿Quién será tan eminente militar para que haya merecido la nueva exaltación local, al extremo de venir a tomar el nombre de la típica plaza? No salía de mi asombro, sin poder dar en ello, debido quizá al poco conocimiento de la historia local, luego de tan larga ausencia del pueblo. Pero nadie me daba razón del caso.

He consultado algo del rico Archivo Municipal alcireño, y he visto en los Padrones de Vecinos pertenecientes a la ciudad, ya y desde antes de 1740, se determinaba esta plaza así solamente, de Dolz. En 1740 allí vivían Juan Dolz, los herederos de Antonio Dolz, y en el siguiente año de 1741 aparece José Dolz y Miquel; en 1762, José Dolz, padre, y José Dolz, hijo, así como Francisco Dolz de Miquel, que seguían en este lugar en 1766. De 1768 al 78 poseía allí varias casas Fray Tomás Dolz, agustino, y aún en el año 1777 residían José Dolz, mayor, y Francisco Dolz, menor.

Se manifiesta que con el apellido Dolz fueron muchos los individuos que en este lugar residieron y convivieron hasta muy entrado el siglo XIX (hacia su mitad), cuando por 1848 al 49 residían en él Agustín Palau y Nicolás Dolz Mollá, así como en 1850, Nicolás Dolz Villalba, José Dolz Llopis y el anterior Agustín Palau Dolz.

No cabe duda que la plaza tomara el nombre de las muchas personas que con el mencionado apellido residieran allí largos años, y no se comprende cómo venir a tergiversar su verdadero nombre. Tal vez sólo por desconocimiento de causa.

Desde luego, que a los ayuntamientos de la posguerra no les cabe la menor dejadez sobre este asunto del cambio, y que quizá en otros anteriores lo fuera involuntariamente, por confusión, sin darse exacta cuenta del caso algunos de sus representantes.

Es muy expresivo que algunas calles alcireñas, en el curso de los años, tomaran nombres de personas que en ellas sobresalieran de algún modo en su vecindad o ciudadanía, al extremo de este modo denominarlas y conocerlas. Ejemplos sobre el particular se pueden exponer varios, además del expresado y centro de este artículo.

La calle y plaza de Albornoz se titulan de este modo porque en ellas vivió don Cristóbal Albornoz, y en dicha plazuela residió, por lo menos de 1745 a 50, su viuda.

El mismo motivo tenemos con referencia a la calle de Peris, una travesía de la calle Mayor de San Agustín. Ya en 1743 se la denominaba calle de Nicolás Peris, por haber residido en ella un señor de este nombre y apellido, y aún en dicha fecha vive allí su viuda, como la viuda y herederos de Agustín Peris, de Nicolás, o sea de su hijo. Y en esta calle siguieron residiendo miembros del indicado apellido, y esto ha venido sucediendo hasta mediados del siglo XIX.

¿Y qué puede decirse de la tan típica y entonces única plaza mayor del pueblo? Por el afán de endilgar a ésta, como expresión general, cualquier motivo político que ocurría en la nación desde comienzos del siglo XIX, para conmemorarlo, no la dejaron en paz, y a ella se le da la expresión significativa del   acontecimiento. De este modo han sido sus nombres de una variación extrema  (según el grupo que ganara), tras largos siglos de conocerla el pueblo por Plaza Mayor o de Santa Catalina.

En 1814 se la denomina Plaza Real; luego, de la Constitución, y seguidamente de Fernando VII, Isabel II y del Real, y sigue de la Constitución (hubo varias); luego de Santa Catalina, otra vez. En la Restauración del Régimen se la llama de Alfonso XII, y luego de la República, o sea de la nefasta “República de trabajadores de todas clases”, de pillos, y últimamente, en galardón y recuerdo de tantas víctimas ciudadanas inmoladas por la saña comunista, Plaza de los Mártires (aunque todavía sigue en ella una lápida empotrada en el lienzo de la pared de la iglesia que recuerda las banderías de otros tiempos, donde se lee “Constitución del año 1887”. 

Es difícil desarraigar algunos nombres tradicionales, aún en medio del afán de cambios, más o menos motivados por las circunstancias y que tanto perturban la nomenclatura ciudadana. Así tenemos la calle de Cristóbal Colón, que a pesar de tantos años que lleva este título, más se la conoce por el “Camí Vell”, su antiguo nombre. La calle de Santa Teresa actual llevaba el de “Carrer Nou”, por formarlo en la rambla del río Júcar. La “plaseta” de Yangües, nombre vinculado en una familia que en este lugar residía (y aún existe la casa), con cargos públicos en el concejo de la ciudad; la calle de Chulvi, nombre también debido a una persona local.

Más alguna de las calles han tenido su fin: cambio completo de nombre; el que no tiene buena explicación es el de meterle a una en medio de su título un adjetivo como el de “Plaza del General Dolz”.

Debemos ser benévolos con los recuerdos ciudadanos, porque nos tocan muy de cerca y no disponer cambios de nombre en sus calles sin una justificación adecuada; aunque no dudamos algunas lo están con todo acierto, como ocurre con el de la plaza, primero de San Agustín, significada de este modo por el convento e iglesia que había allí de los padres agustinos, luego de Emilio Cautelar, que manifestaba el recuerdo de un tribuno republicano de pomposa y florida oratoria que por aquí pasó una vez, y luego y actualmente tan justo de Plaza del Caudillo, el salvador de España.

 

Noticia extraída de la revista MURTA en su número 6 de fecha Abril – Junio de 1954. Así se identificaba esta publicación alzireña: “MURTA, ventanal de la cultura ribereña. Abierta a la ciencia, al arte y a la vida misma”. Estaba editada por el Instituto Laboral de Alcira (entonces con “c”); su director era Antonio Tormo García y contaba en secretaría y administración con Miguel Gual Camarena y Emilio Ferrero Gómez.

El artículo está reproducido literalmente, llevaba por título  “Nomenclatura urbana de Alcira” y lo firmó Francisco Redal Suñer. En la foto presentamos la ilustración que acompañaba al texto.

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