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EL SEIS DOBLE - DIARIO DIGITAL DE ALZIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (53). UNA PINTURA CELESTIAL QUE VOLVIÓ A “SU CASA” - POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (53). UNA PINTURA CELESTIAL QUE VOLVIÓ A “SU CASA” - POR: ALFONSO ROVIRA

Se trata de una obra pictórica que representa a San Félix de Cantalicio, un lego franciscano capuchino, fallecido en 1587 y beatificado en 1625

Les vamos a contar las vicisitudes que "sufrió" una pintura que, hallándose en la capital de España, hizo el viaje a nuestra Alzira. Se trata de un gran cuadro que en la actualidad, desde hace más de cuarenta años, cuelga en la puerta de acceso a la sacristía de la iglesia de Santa Catalina.

Según nos relata el historiador alcireño Bernardo Montagud en su publicación “Alzira, arte en su historia”, editado por la Asociación de Padres de Alumnos del Instituto Rey Don Jaime de Alzira, en 1982, “es una pintura que representa a San Félix de Cantalicio, un lego franciscano capuchino, fallecido en 1587 y beatificado en 1625; viste hábito de la orden y no el blanco de los cistercienses. Los ángeles que le acompañan llevan la bolsa del pan para los pobres, tal y como lo exige su iconografía y detallan los textos”.

Los alcireños, sigue diciendo Montagud, pretendían un "San Bernardo de Claraval", de la orden del Cister, del pintor alcireño Parra, quizás, al desconocer la iconografía, remitieron equivocadamente la tela tal y como se ha tenido.

En 1970, el catedrático y consejero superior de investigaciones científicas del instituto Diego de Velázquez, Alfonso Pérez Sánchez, contempló el referido lienzo. Recibiendo datos sobre la procedencia del mismo, afirmaba, tras proporcionársele el documento gráfico, que se trataba de una pintura cuyo autor era el madrileño Francisco Camilo (1615-1671), discípulo de su padrastro, Francisco de las Cuevas.

Su producción muy extensa y de calidad irregular; su mayor parte fue para las iglesias de Madrid, Alcalá de Henares, Toledo y Segovia. Fue uno de los pintores de estilo plenamente ba­rroco de la escuela madrileña.

¿Quién de mis contemporáneos no recuerda a la familia Lanzas? Residían en la casa solariega de un bello huerto, aún en pie, al que se accede por la carretera de Albalat, en el entron­que en el camino de Benicull, en la partida de Xixerá. Allí vivían las hermanas Milagros e Isabel de Lanzas Barrere con su madre, María Barrere Carón de Lanzas. Aquí, en Alzira, las conocíamos por el cariñoso sobrenombre de "las madrileñas", que se destacaban allá donde se encontraban por su esbeltez y simpatía. En el frontispicio de la casa del huerto, aún se puede contemplar una imagen de Nuestra Señora de La Murta, de ladrillos de cerámica, construida en el siglo XVIII, en 1786 concretamente.

Esta familia que, habitualmente residía en Madrid, en una casa nobiliaria de la calle Hortaleza, donde colgaba, entre otros, el referido cuadro. Alrededor de 1950 hubo de trasladarse de vivienda, en la que la pintura no les cabía por sus dimensiones, pensaron en hacer donación a la iglesia.

Era párroco de Santa Catalina Antonio Sanchis Castellano y, para que la pintura viniera a Alzira, ciudad muy querida por la familia Lanzas, el buen cura se puso en contacto con el director de la academia de dibujo Ricardo Fluixá, y éste con otro alcireño residente en Madrid, Eugenio Martí Sanchis, quien hizo las gestiones de viajar a la capital del oso y el madroño. Tenía en Ma­drid, si mal no recuerdo, en la calle Serrano, una exposición de muebles, Salvador Carreres Oli­ver, cuya fábrica se ubicaba en la placeta de les Gallines, de Alzira. Él se encargó de la construcción de un cajón de madera, donde ubicar el cuadro para el transporte a la ciudad del Xúquer. Una vez todos los cabos atados y el cuadro convenientemente embalado, había que pensar en el traslado. El transportista alcireño Bernardo Rosell Ferrer tenía que realizar un viaje a El Escorial para trasladar unas colmenas, por lo que se ofreció para que al regreso, que venía de vacío, recoger el cajón con el cuadro.  Allá que se fue en tren a Madrid Ricardo Fluixá, donde se encontró con Eugenio Martí y Salvador Carreres, regresando con la pintura en el mismo camión hasta Alzira.

Como dijimos al principio, esta obra se le atribuía al pintor alcireño Máximo Asensio Tomás Parra Albentosa y su sobrino, el archivero municipal y sacerdote, José María Parra, quiso estar presente a la llegada del cuadro para comprobar la firma del autor, que era Francisco Cami­lo, uno de los primeros pintores del barroco.

Pocos días después, el cuadro, cuya pintura tenía cuatro dedos de margen cortados en todos los ángulos, fue colgado en el lugar donde hoy lo podemos admirar, a la entrada de la sacristía de la iglesia de Santa Catalina, por el carpintero Francisco Bernabeu, oficial del taller de Rafael Coll Furió, que se situaba en la calle Mosen Grau

El párroco de Santa Catalina y arcipreste de San Bernardo, Antonio Sanchis Castellano, relataba las noticias en la publicación semanal, "Aleluya" de aquellos días.

Alfonso Rovira, 24.01.1993

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