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EL SEIS DOBLE - DIARIO DIGITAL DE ALZIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (38) __ BREVE HISTORIA DEL SERVICIO DE CORREOS Y TELÉGRAFOS DE ALZIRA __ POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (38) __ BREVE HISTORIA DEL SERVICIO DE CORREOS Y TELÉGRAFOS DE ALZIRA __ POR: ALFONSO ROVIRA

"El correo es el servicio público, directamente regido por el Estado, a cuyo cargo se halla el recibo, transporte y distribución de la correspondencia oficial y privada, así como el desempeño de otras funciones que le ha confiado el Gobierno". Así rezaba el artículo primero de la Legislación Postal, cuando en 1950, el que suscribe estudiaba para ingresar en el cuerpo de Correos; ésta nunca bien ponderada institución.

Se pierde en el túnel del tiempo la fundación del servicio de correos. Podríamos extendernos demasiado contándoles la historia postal, cuando aún no se había creado el sello que hoy conocemos como previo pago del transporte y entrega del envío. En esta ocasión, trataremos del servicio de telé­grafos en Alzira; antaño Correos y Telégrafos, aunque dependían ambos del Estado, funcionaban por separa­do. Hoy, sin lugar a dudas, por lo menos en lo que conocemos en nuestra ciudad, los probos empleados de correos pasan a telégrafos y viceversa.

El transporte de la correspondencia, siglos atrás, se realizaba a través de mensajeros; así tene­mos que en los Estados Unidos iba un hombre a caballo, que cambiando de montura en casas de postas, recorría el territorio llevando lo que podríamos llamar el correo. Era el Pony Express, incluso respetado por los indios. Después vendrían las diligencias, los barcos para el transporte marítimo y el avión postal en nuestros días.

Tartana para el correo

En el tiempo en el que hago referencia, mediado el siglo XX, la estafeta estaba ubicada en la placeta de Santa Catalina, donde hoy se sitúan las oficinas parroquiales. Conocimos al administrador de aquella época, Emerano Gil, que además era constructor. Después vino Rodolfo Carrión, un hombre que llegó a Alzira y en ella se quedó contrayendo matrimonio con una alcireña de la familia de los Piquer. La correspondencia no era tan abundante como lo es ahora, llegaba a la oficina desde la Estación de Ferrocarril a través de la tartana que conducía Bruno Butiñá, que vivía en la plaza del Horno; el encargado de la recogida del coche-correo en la estación de ferrocarril era Lucas Alonso, un salmantino llegado antes de la Guerra Civil a nuestra ciudad. Poco después de ser clasificadas las cartas por barrios, el cartero mayor, Gregorio Belenguer, tras solicitar el permiso al administrador, daba la orden de salir al reparto hacia las diez de la mañana; a las doce los carteros regresaban del primer reparto y recogían la correspondencia del correo de Madrid y salían a un segundo reparto. Los sábados y domingos había un solo reparto.

Los carteros eran cuatro, puesto que la ciudad "postalmente" estaba dividida en cuatro distri­tos: La Vila, el primero; el segundo era de la mitad de la plaza Mayor hacia la calle Mayor San Agustín; el tercero, plaza Mayor parte izquierda, Pérez Galdós hasta la calle Purísima y el cuarto comprendía la barriada de San Juan, la Muntanyeta y Alquerieta; las casas terminaban en la calle del Cid y la parte paralela, detrás de Doctor Ferrán eran huertos de frutales, el rajolar de Garés y por la parte izquierda, el Camí Fondo, lleno de baches y mucho polvo. Carteros de la época recordamos a Juan BeIla, Miguel Belda y Ángel Penadés y otros muchos que vinieron después. El oficial de la estafeta era Juan Toledo Girau.

Poco antes de la contienda de 1936, el arquitecto municipal Juan Guardiola Martínez, diseñó el proyecto de ]a nueva casa de correos y telégrafos, al mismo lado del río. Si contemplan la fachada por donde hoy se sitúa la entrada principal, quedando paralizada la obra por la guerra, estaba proyectada para usarla por la propia Avenida que como ya saben fue inaugurada en 1967. ¡Qué visión de futuro tenía el señor Guardiola!

Es obligado hacer comentario de la oficina de telégrafos que se hallaba frente ala de correos, también en la plaza de Santa Catalina. Allí comenzó, muy joven su andadura profesional, el actual jefe de la oficina de Alzira, Francisco Vilaplana.

Era jefe de la oficina de telecomunicaciones por aquella mitad de la centuria que estamos, Andrés Hispano, un señor que llevaba muchos años en la profesión, había sido antaño huguista, un telégrafo inventado por Hugués, después del de Samuel Morse, que funcionaba por contrapesos, que conocimos, ya fuera de uso. Eran oficiales José Manuel Such y más tarde vino destinado un segoviano, Fermín Bausa, un buen filatélico. Los encargados de distribuir los telegramas desplazándose en bicicle­ta, eran Pedro Pérez Fleta, Enrique Morades Gómez, Vicente Giménez y Fernando Zamorano.

Mensajes con teletipo

Los mensajes llegaban a través del teletipo desde la capital de provincia. No era así los de los pueblos de la comarca, con los que se enlazaba por línea física, a través de los manipuladores de morse. Así funcionaban, como nos muestra la fotografía, una sección de manipuladores, que al picar deprisa o pausadamente, en el aparato receptor, en una cinta estrecha de papel continuo, iban quedando registra­dos puntos y rayas convencionales, que traducidas a letras, resultaba el mensaje transmitido.

Han pasado más de 40 años desde mi paso por la estafeta de Alzira y, con el tiempo y los avances de la técnica, todo ha cambiado, hasta el equipo humano. El cartero que se preciaba de conocer casa por casa de su barrio y quien residía en él. Hoy con las colmenas de viviendas hace que nos conoz­camos menos. El fundamento para el que fue creado el correo sigue firme a su creación, el recibo, transporte y distribución de la correspondencia para la comunicación de los pueblos.

Alfonso Rovira, 03.10.1992

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