CADA CUAL A LO SUYO
“… que bien se está cada uno usando el oficio para el que fue nacido”
Artículo de opinión de Alfonso Rovira
En la edición del jueves 2 de abril último, aparecía una noticia en el periódico Levante, que acompañaba el titular de “Bautizos y funerales civiles en Aldaia”. Hace casi cinco años, el 14 de noviembre de 2004, el que suscribe participaba contestando al alcalde de Igualada sobre esta sorprendente noticia, que deseo volver a transmitirla a la corporación de Aldaia. Con el encabezamiento de “Cada cual a lo suyo”, anunciaba: “Yo no nací para ser gobernador, ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quieren acometerlas, decía Sancho. Mejor se me entiende a mi de arar, y cavar, podar y sementar las viñas, que de dar leyes ni defender provincias ni reinos. Bien se está San Pedro en Roma: quiero decir, que bien se está cada uno usando el oficio para el que fue nacido. Quijote, part II, cap, LIII”.
Como decíamos el 2 de este mes de abril, yo mismo y muchas personas más, leíamos el tergiversado título de “bautizos civiles…”. Aunque la alcaldesa, Empar Navarro, alega que el reglamento a elaborar será “acogida ciudadana, o bienvenida a la comunidad de un recién nacido”, que es lo correcto; pero, a continuación, se añade “popularmente bautismo civil”. El que inventó este título estaba manipulando indebidamente lo que conocemos los seres racionales por bautizo. Si quieren, se lo recuerdo, por si existe alguien que lo ignora.
El bautismo es el primer Sacramento de la Iglesia, que borra el pecado original de la vida a la gracia, y convierte al bautizado en miembro de la Iglesia, católica, claro.
El bautismo en un Sacramento instituido por Jesucristo, cuyo rito consiste en una ablución, acompañada de una invocación a las tres personas de la Santísima Trinidad.
La materia es el agua vertida y natural, símbolo de la purificación del alma; puede ser aplicada por inmersión total, como ésta última se utiliza en la Iglesia de Oriente. Debe ser administrado por ministros del culto; obispos, presbíteros o diáconos —no dice nada de alcaldes— dentro de la iglesia, catedral o parroquia —tampoco, añado, en Ayuntamientos—.
Creo que más bien debería haberse denominado esta insólita noticia, como señalaba algún periódico, “ceremonia civil de imposición de nombre”, con la fiesta o celebración que sus padres o padrinos quisiesen añadir después. Es como si una persona acude el Registro Civil a presentar al recién nacido, pero con más alharacas que, por supuesto, pueden hacer, pero respetando lo que propiamente es un bautizo, que nada tiene que ver con un niño presentado en sociedad como lo hizo hace cinco años el alcalde de una ciudad catalana, que dio lectura en aquella ocasión de dos fragmentos de la Carta de los Derechos Humanos, que a nada se asemeja a ablución del agua en lo que es la ceremonia de un bautizo. Los padres del neófito, como cualquier ciudadano, tienen libertad, ¿quién lo duda?, de realizar una ceremonia como la noticia que nos han servido los medios de comunicación, pero con otro titular. No confundir churras con merinas.
Alfonso Rovira
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