DESPROPÓSITOS RESTAURADORES EN EL MONASTERIO DE LA MURTA DE ALZIRA

Artículo de opinión de Marino Baler
Leyendo un artículo el pasado día 1 de este mes, en EL SEIS DOBLE, parece ser que el Ayuntamiento de Alzira tiene previsto realizar unas obras de consolidación arquitectónica y estudios arqueológicos en el Monasterio de la Murta. Esto, dicho así de este modo, parece un hito sin precedentes, como si dependiera de esta actuación el futuro del antiguo cenobio.
Como en toda restauración, y esta no es distinta, antes de decir “lo que se va a hacer” sería más importante pensar “como se va a hacer”. No hace falta ser político para comunicar que el monasterio está en ruinas y las cosas que hacen falta consolidar, eso lo ve hasta un niño de 5 años. Pero claro, un político no pueda decir nada más que eso porque esa es su misión y de lo otro no sabe nada. De cómo restaurar, de los materiales a emplear, de las técnicas usadas en la época, de lo más conveniente para el edificio en cuestión que es en definitiva de lo que se trata, un político no habla porque quizás no tenga ni idea. Y es aquí donde se cometen las mayores atrocidades en restauración monumental. Suele ocurrir que cuando los políticos están por el medio de cualquier intervención que se haga, en edificios antiguos especialmente, quieren a toda costa un espacio cerrado para celebrar sus eventos, sus congresos, o enseñar a sus amiguetes "lo bien que lo hemos hecho” y luego salir en las fotos alabándose su buen gusto en patrimonio.
Actualmente, por motivos socio – económicos – políticos, se han potenciado todo tipo de actuaciones desastrosas, no siempre de forma coherente (basta recordar el teatro de Sagunto). Esta potenciación no ha de ser indiscriminada, ni todo es conservable, ni todo es desechable. Hay que plantear una escala de valores en función de: la singularidad, del entorno más o menos complicado, del estado de conservación, importancia de la inversión, posibilidades de acondicionamiento, aplicación de la normativa vigente, etc.
Sobre esta actividad existe una gran carga ideológica, origen de planteamientos y filosofías dispares llenas de contradicciones.
El monasterio de la Murta no escapa a esta particularidad, para desgracia del mismo. Las aberraciones y despropósitos hechos lo han transformado en algo que nada tiene que ver con lo que se pretende y a las pruebas me remito. Solamente hay que pasar por su puente. Un puente del siglo XVI y cuya forma de conservarlo ha sido echarle mortero encima como si estuviesen construyendo una acequia de regadío, sin ningún cuidado ¿Es eso forma de restaurar un puente de más de cuatro siglos de historia? Las paredes cubiertas por el mismo mortero de forma tosca y rudimentaria. Un apeo que sostiene una pared sin ningún sentido ¿Qué garantías podemos tener que no continuaran con el mismo modus operandi para las siguientes consolidaciones? O sea, una ausencia de criterio restaurador o arquitectónico donde la única forma de arreglarlo todo es poniendo pegotes donde parezca conveniente. ¿Para eso hace falta una subvención millonaria? Mejor estaría ese dinero destinado en otros menesteres mucho más importantes y precisos que en este porque para cargarse el poco patrimonio cultural de Alzira siempre hay tiempo.
Habría que decir, a quien corresponda, que una conservación y restauración de un edificio ha de seguir una máxima: “NO DESTRUIR NADA DE LO QUE EXISTA Y NO IMITAR NADA DE LO QUE PUDIERA HABER EXISTIDO”. Como vemos, algo tan sencillo no se cumple en el monasterio.
No por restaurarlo quedará mejor, quizás es más hermoso ver unas ruinas bien cuidadas (no con pegotes de mortero) que en su estado original. Los edificios tienen una época y un uso y una vez pasado es inútil volver a darles el mismo uso. Personalmente creo que con limpiar las barbaridades cometidas, tales como pegotes y mallas colocadas, desbrozar un poco el terreno y si acaso una maqueta de lo supuesto sería más que suficiente porque ¿Qué sería más hermoso ver las ruinas griegas tal y como están o tratar de reconstruir todos los templos?
Voy a citar un fragmento del libro “Las siete lámparas de la arquitectura” de John Ruskin que trata bastante bien el tema de la restauración. “La restauración supone el destrozo más absoluto que un edificio puede sufrir; un destrozo del que no cabe recoger restos; un destrozo acompañado de una descripción falsa de lo destruido. No nos dejemos engañar en un asunto tan importante; es imposible, tan imposible como levantar a un muerto, restaurar nada en arquitectura que haya sido grande o hermoso […].
Que no hablen entonces de restauración. Es una mentira de principio a fin. Puede usted hacer un modelo de su edificio, como podría hacerlo de un cadáver; dicho modelo tendrá el caparazón de los viejos muros en su interior, lo mismo que si hiciera un vaciado de usted que contuviera el esqueleto: con qué utilidad, ni lo veo ni me preocupa; sin embargo, el antiguo edificio quedará destruido y de manera tan total e implacable como si se hubiera hundido en un montón de polvo, o fundido en una masa de arcilla: mas se ha recogido de la desolada Nínive de lo que nunca se obtendrá del Milán reconstruido […].
De acuerdo, eche abajo el edificio, arroje sus piedras a ignorados rincones, haga lastre con ella so mortero, si lo prefiere; ahora bien, hágalo honestamente y después no vaya a colocar una mentira en su lugar […].
Por ello la restauración de un edificio no puede hacerse a la ligera solamente para aprovechar subvenciones y salir en la foto presumiendo de lo que se ha hecho, cosa bastante habitual, por cierto (me refiero a lo de salir en la foto, no a lo bien que se han hecho las cosas).
Creo que es mejor ver el paso del tiempo en los edificios y monumentos y en este caso el ejemplo del Monasterio de la Murta no ha de ser distinto. Que la naturaleza recupere lo que un día el hombre le quitó, pero eso sí, con dignidad y belleza. Cada uno tiene su cometido y el de este edificio es esperar el fin de sus día de una manera placentera y orgullosa sin que nadie trate de poner en el lo que no le cabe ni de transformarlo en algo distinto que tenga un sentido distinto para el que se construyó.
Para finalizar, citaré al francés Didon que expresa muy bien el sentido que tienen las cosas en su origen y que cualquier cosa añadida fuera de lugar es destrozar la identidad de ese elemento: “Del mismo modo que ningún poeta se pondría a terminar los versos incompletos de la Eneida, ningún pintor a terminar un cuadro de Rafael, ningún escultor a terminar una estatua de Miguel Ángel, así ningún arquitecto debería consentir en completar una catedral”… “Cuando se copian viejos manuscritos, se dejan en blanco las palabras que no se pueden leer y no se rellenan jamás los espacios vacíos”.
Marino Baler
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