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EL SEIS DOBLE - DIARIO DIGITAL DE ALZIRA

Articulistas ----------------------- Alfonso Rovira

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (40) __ REMEMORANDO AQUELLA TARDE DEL 20 DE OCTUBRE DE 1982 __ POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (40) __ REMEMORANDO AQUELLA TARDE DEL 20 DE OCTUBRE DE 1982 __ POR: ALFONSO ROVIRA

Agua pasada que no se llevó ningún molino

Era miércoles 20 de octubre de 1982, hace ahora diez años (en el momento de escribir esta crónica). Resumimos las fatídicas horas vividas de aquel día en nuestro puesto de trabajo, de tanta responsabilidad como era la radio. A lo largo de la noche del martes al miércoles, se registraron muchos litros por metro cuadrado de lluvia que caía en las zonas altas del Xúquer y también en La Ribera, por lo que los ríos Albaida y Canyoles iban engrosando el Xúquer. Bernardo Clari, hoy delegado de este diario en la comarca de La Ribera, era el responsable de los servicios informativos de Radio Alzira, junto con un equipo de la misma; desde los primeros momentos no descansaron, hasta las 17,50 horas de aquel fatídico día 20, en que fue cortado el suministro eléctrico. A media mañana contactábamos con el alcalde de Alberic, quien nos manifestaba la situación de peligro inminente; había lugares de su pueblo que ya estaban inundados. La carretera nacional 340 estaba cortada hasta el puerto de Cárcer por las aguas que bajaban.

Medidas de precaución

Poco antes de las cinco de la tarde, la unidad móvil de Radio Alzira hacía su recorrido por las zonas más peligrosas de la población por su bajo nivel de cota sobre el mar, en la confluencia de la carretera de Les Barraques con la variante, cuando las aguas ya no dejaban circular hacia Algemesí por haberse desbordado el riu dels Ulls, el alcalde de Alzira, Francisco Blasco, dentro del vehículo, puesto que arreciaba la lluvia, nos decía "vamos a dar aviso para que se adopten todas las medidas de precaución en las barriadas que en estos momentos tienen más peligro como son Les Barraques y todo el entorno del Pont de Xátiva, la calle Naranjo y adyacentes". A las 5,34, en un informativo de alcance, se daba cuenta de como se iba agravando la situación. Bernardo Clari decía: "Últimas noticias indican que el río Albaida continúa creciendo y au­mentando su caudal. Todo el mundo debe tomar las precauciones oportunas. Que ningún vehículo se dirija hacia el puente del Xúquer, en Alzira, porque se están originando serios problemas de tránsito. No se puede viajar hacia Algemesí, tampoco a Carcaixent y la variante de Alzira está incomunicada".

Unos minutos más tarde, después de haber dado una batida por las zonas de más bajo nivel en Alzira, regresando a los estudios de la plaza del Reyno, en comunicación directa con Andrés Valls, de Carcaixent, nos facilitaba la última hora de la situación en la vecina población, se producía un corte en el fluido eléctrico, que poco más tarde supimos las causas, las aguas habían llegado a la subestación de Hidroeléctrica de la carretera de Alberic, inundándola y causando cortocircuitos que provocaron un pavoroso incendio, destruyéndola totalmente.

No pasarían muchos minutos de las seis de la tarde, cuando el teniente de la Guardia Civil de Carlet, Manuel Martín Baco —fallecido en acto de servicio poco tiempo después en un incendio forestal en la zona de su responsabilidad— desde el mismo pantano, decía a su central de comunicaciones, al COS, las siguientes palabras textuales: "En estos momentos revienta la presa".

Emisora sin energía

Conscientes de la gravedad y peligro de la situación, sin poder comunicar con los radioescuchas de La Ribera para prevenirles de lo que se nos venía encima, puesto que la emisora a falta de energía eléctrica no podía salir al aire, con serenidad, ordené al personal que se hallaba de servicio marchar a sus casas para poder salvar lo que pudieran y poder dar aviso a sus convecinos.

Los vehículos circulaban por las calles de Alzira con destino a las zonas altas para ponerse a salvo. Eran las 6,30 de la tarde cuando nos desplazábamos a l'Alquerieta, al centro emisor, para poder continuar desde allí las emisiones, como así fue en la mañana del 22, cuando Hidroeléctrica nos franqueó el servicio a través de la subestación de Gandía, por una línea que venía por El Torrechó.

Bernardo Clari quedó aislado toda la noche en los estudios de la plaza del Reyno, saliendo a nado de ellos y llegando a l'Alquerieta en la mañana del día 22, desde donde se prestaron encomiables servi­cios de orientación y noticias.

Lo ocurrido a renglón seguido, en los días que se fueron sucediendo ya lo conocen ustedes de sobra. Las aguas se enseñorearon por todos los pueblos de La Ribera. Aquella noche del 20 de octubre gracias a un equipo de compañeros de Radio Gandía que llegaron, no sabemos cómo a la Montañeta del Salvador, pudo saber toda España de la situación en la que se encontraba Alzira.

Vivencias, anécdotas, noticias; cuántas les podríamos contar, pero sería larguísimo de narrar. La realidad es que han pasado ya diez largos años. Diez años de lucha por los damnificados de estas tierras, que tanto sufrieron, reivindicando las indemnizaciones para paliar los daños sufridos por el desmorona­miento de la presa de Tous. Muchos de ellos ya no lo percibirán, por estar descansando para siempre en el Pla de Corbera.  Los que quedamos  no perdamos las esperanzas, es lo último.  ¡Suerte!

Alfonso Rovira, 18.10.1992

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (39) __ HISTORIA DEL FOTO CLUB ALZIRA __ POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (39) __ HISTORIA DEL FOTO CLUB ALZIRA __ POR: ALFONSO ROVIRA

Dice un proverbio chino que "vale más una imagen que mil palabras". Esto es lo que hacían un grupo de alcireños cuando, a principios del año 1950, fundaron el Foto Club Alzira. Empezaron unos pocos: Juan Saura Lozano —fotógrafo y óptico— quien, en unas tertulias con los amigos José Villalba Bono y el doctor Carlos Perrón Andrés — fallecido hace pocos años— les instruía en la técnica del revelado por los distintos procesos químicos. Contactaron con el Foto Club Valencia, quienes les facilitaron información del funcionamiento de un Foto-Club. Asistieron invitados a las reuniones con los de la capital de provincia y un día, regresando en el tren a Alzira, se fraguó la creación del Foto Club Alzira, que comenzó a funcionar dependiendo en principio de la capital, independizándose poco tiempo después. Fue el primer presidente de esta asociación el odontólogo Carlos Perrón Andrés.

Cuando adquirieron cierta experiencia se convocó un concurso de tipo nacional, en cola­boración con el arquitecto alcireño Juan Guardiola Martínez, también miembro del Foto Club. Guardiola les propuso que el tema girara en torno al teatro de verano Casablanca —desaparecido en febrero de 1976— que como sabemos fue diseñado y construido por él mismo.

A partir de aquella época se confeccionaron los estatutos. Con el presidente a la cabeza, acompañándole prestigiosos alcireños como Arturo Masiá Picot, José Villalba Bono, José Moll Sanchis, Antonio Ferrer Ferrandis, Gustavo Pastor Aracil —años más tarde sería el presi­dente—, Alfredo Aranda Piera, Juan Saura Lozano y Francisco Suñer  Perepérez.

Poco después se inscribieron los doctores José Izquierdo Mellado y Camilo Dolz En­guix, Vicente Solves Mortes, Antonio Carrillo Moll, Alejandro González Oliver —presidente que fue del Foto Club— y muchos alcireños aficionados a la fotografía. Después de una reunión en el Círculo Alcireño se formó la primera junta. La primera labor fue la captación de socios, pasando a engrosar la lista, entre otros, los doctores Daniel Miguel Álvarez, Salvador Sanchis Coll y Enri­que Orts Lacasa. También los fotógrafos Juan Ortega Vicente y Juan Giménez; Rogelio Adelan­tado de Sanfélix, Manuel Miralles Francés y Queremón Gómez Bolinches.

El presidente, Carlos Perrón, era delegado de la Casa Americana y con un proyector de 16 mm proyectaban películas culturales en el salón árabe de la Gallera. Cuando llegaba el verano, se trasladaban al jardín situado en la planta baja, donde en el transcurso de una de las sesiones, coincidiendo con las fiestas de Sant Bemat, sucedió una anécdota que no me resisto a contársela a ustedes. Contemplando la película se hallaba el alcalde Bernardo Andrés Bono y en ese momento fue disparado el castillo de fuegos de artificio, que al primer mandatario le gustaba contemplar, como buen valenciano. Se enfadó con el teniente alcalde de fiestas, que era Arturo Masiá, por no haberle avisado del comienzo de la dispará.

Temas de concursos no faltaron. Una vez fue la “paella”; “21 vasos”, que se le ocurrió a Manolo Miralles, del que se presentaron casi treinta fotos.  Antonio Ferrer propuso el tema “Barcas” y todos al río a “perchear”. Ferrer se “cargó” tres “perchas”. Tous, el pueblo antiguo ­desaparecido tras la construcción del pantano, era mo­tivo de "safaris" fotográficos y los miembros del Foto Club, por cincuenta pesetas cada uno, incluido el taxi, lo pasaban bomba en las periódicas visitas a Tous. También fueron motivo de concurso las fallas y Semana Santa.

Una vez, había que montar un salón y para que les saliera más económico, las "diablas" —unos artilugios para la iluminación— se “fabricaron" en casa de Carlos Perrón. Manolo Miralles aportó la pintura y las brochas y la mitad de la pintura fue para las "diablas" y la otra para los "pintores", quedando ambos "endiablados".

El 15 de junio de 1984, en el salón Árabe del Círculo Alcireño, por gestión del presidente del Foto Club, Alejandro González, se tributó un homenaje al doctor Carlos Perrón, que fue primer presidente y fundador del mismo, del que le cupo el honor al que suscribe, como mantenedor del acto, de glosar sobre su personali­dad. El doctor Perrón, un valenciano de Massanassa, vino a Alzira y se quedó prendado de su belleza y de la amistad con sus habitantes. Su afición era la fotografía y los libros.

El Foto Club Alzira pasó algunos "baches" en su larga vida desde que fue creado hace 42 años. Esperemos que, como el Ave Fenix, renazca algún día con más pujanza y siga cosechando los triunfos, como lo hicieron aquellos aficionados al principio con el escaso material del que disponían.

La foto que acompañamos está tomada el día 15 de junio de 1984, en el homenaje al doctor Carlos Perrón. De izquierda a derecha, Alejandro González, Alfonso Rovira, Francisco Suñer, José Villalba y el mismo médico homenajeado.

 

Alfonso Rovira, 11.10.1992

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (38) __ BREVE HISTORIA DEL SERVICIO DE CORREOS Y TELÉGRAFOS DE ALZIRA __ POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (38) __ BREVE HISTORIA DEL SERVICIO DE CORREOS Y TELÉGRAFOS DE ALZIRA __ POR: ALFONSO ROVIRA

"El correo es el servicio público, directamente regido por el Estado, a cuyo cargo se halla el recibo, transporte y distribución de la correspondencia oficial y privada, así como el desempeño de otras funciones que le ha confiado el Gobierno". Así rezaba el artículo primero de la Legislación Postal, cuando en 1950, el que suscribe estudiaba para ingresar en el cuerpo de Correos; ésta nunca bien ponderada institución.

Se pierde en el túnel del tiempo la fundación del servicio de correos. Podríamos extendernos demasiado contándoles la historia postal, cuando aún no se había creado el sello que hoy conocemos como previo pago del transporte y entrega del envío. En esta ocasión, trataremos del servicio de telé­grafos en Alzira; antaño Correos y Telégrafos, aunque dependían ambos del Estado, funcionaban por separa­do. Hoy, sin lugar a dudas, por lo menos en lo que conocemos en nuestra ciudad, los probos empleados de correos pasan a telégrafos y viceversa.

El transporte de la correspondencia, siglos atrás, se realizaba a través de mensajeros; así tene­mos que en los Estados Unidos iba un hombre a caballo, que cambiando de montura en casas de postas, recorría el territorio llevando lo que podríamos llamar el correo. Era el Pony Express, incluso respetado por los indios. Después vendrían las diligencias, los barcos para el transporte marítimo y el avión postal en nuestros días.

Tartana para el correo

En el tiempo en el que hago referencia, mediado el siglo XX, la estafeta estaba ubicada en la placeta de Santa Catalina, donde hoy se sitúan las oficinas parroquiales. Conocimos al administrador de aquella época, Emerano Gil, que además era constructor. Después vino Rodolfo Carrión, un hombre que llegó a Alzira y en ella se quedó contrayendo matrimonio con una alcireña de la familia de los Piquer. La correspondencia no era tan abundante como lo es ahora, llegaba a la oficina desde la Estación de Ferrocarril a través de la tartana que conducía Bruno Butiñá, que vivía en la plaza del Horno; el encargado de la recogida del coche-correo en la estación de ferrocarril era Lucas Alonso, un salmantino llegado antes de la Guerra Civil a nuestra ciudad. Poco después de ser clasificadas las cartas por barrios, el cartero mayor, Gregorio Belenguer, tras solicitar el permiso al administrador, daba la orden de salir al reparto hacia las diez de la mañana; a las doce los carteros regresaban del primer reparto y recogían la correspondencia del correo de Madrid y salían a un segundo reparto. Los sábados y domingos había un solo reparto.

Los carteros eran cuatro, puesto que la ciudad "postalmente" estaba dividida en cuatro distri­tos: La Vila, el primero; el segundo era de la mitad de la plaza Mayor hacia la calle Mayor San Agustín; el tercero, plaza Mayor parte izquierda, Pérez Galdós hasta la calle Purísima y el cuarto comprendía la barriada de San Juan, la Muntanyeta y Alquerieta; las casas terminaban en la calle del Cid y la parte paralela, detrás de Doctor Ferrán eran huertos de frutales, el rajolar de Garés y por la parte izquierda, el Camí Fondo, lleno de baches y mucho polvo. Carteros de la época recordamos a Juan BeIla, Miguel Belda y Ángel Penadés y otros muchos que vinieron después. El oficial de la estafeta era Juan Toledo Girau.

Poco antes de la contienda de 1936, el arquitecto municipal Juan Guardiola Martínez, diseñó el proyecto de ]a nueva casa de correos y telégrafos, al mismo lado del río. Si contemplan la fachada por donde hoy se sitúa la entrada principal, quedando paralizada la obra por la guerra, estaba proyectada para usarla por la propia Avenida que como ya saben fue inaugurada en 1967. ¡Qué visión de futuro tenía el señor Guardiola!

Es obligado hacer comentario de la oficina de telégrafos que se hallaba frente ala de correos, también en la plaza de Santa Catalina. Allí comenzó, muy joven su andadura profesional, el actual jefe de la oficina de Alzira, Francisco Vilaplana.

Era jefe de la oficina de telecomunicaciones por aquella mitad de la centuria que estamos, Andrés Hispano, un señor que llevaba muchos años en la profesión, había sido antaño huguista, un telégrafo inventado por Hugués, después del de Samuel Morse, que funcionaba por contrapesos, que conocimos, ya fuera de uso. Eran oficiales José Manuel Such y más tarde vino destinado un segoviano, Fermín Bausa, un buen filatélico. Los encargados de distribuir los telegramas desplazándose en bicicle­ta, eran Pedro Pérez Fleta, Enrique Morades Gómez, Vicente Giménez y Fernando Zamorano.

Mensajes con teletipo

Los mensajes llegaban a través del teletipo desde la capital de provincia. No era así los de los pueblos de la comarca, con los que se enlazaba por línea física, a través de los manipuladores de morse. Así funcionaban, como nos muestra la fotografía, una sección de manipuladores, que al picar deprisa o pausadamente, en el aparato receptor, en una cinta estrecha de papel continuo, iban quedando registra­dos puntos y rayas convencionales, que traducidas a letras, resultaba el mensaje transmitido.

Han pasado más de 40 años desde mi paso por la estafeta de Alzira y, con el tiempo y los avances de la técnica, todo ha cambiado, hasta el equipo humano. El cartero que se preciaba de conocer casa por casa de su barrio y quien residía en él. Hoy con las colmenas de viviendas hace que nos conoz­camos menos. El fundamento para el que fue creado el correo sigue firme a su creación, el recibo, transporte y distribución de la correspondencia para la comunicación de los pueblos.

Alfonso Rovira, 03.10.1992

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (37) __ LAS CUATRO CAMPANAS DEL SANTUARIO DE LA VIRGEN DEL LLUCH __ POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (37) __ LAS CUATRO CAMPANAS DEL SANTUARIO DE LA VIRGEN DEL LLUCH __ POR: ALFONSO ROVIRA

Construido en un viejo edificio, en su parte principal, era de planta rectangular, com­puesto por tres cuerpos unidos, uno de ellos por la parte delantera orientado hacía el mediodía. El bajo a la derecha y la totalidad del alto se hallaba destinado a vivienda de los ermitaños. El resto del edificio, en su parte izquierda, formaba el atrio del templo, constituyendo una sala rectangular de un solo piso bajo que disponía de altar.

A groso modo, este era el antiguo ermitorio del Salvador, en la cumbre de la montañeta del mismo nombre, como también describe el historiador alcireño Eduardo Part Dalmau en su publicación “La ermita del Salvador  —Santa María de Lluch— (tradición e historia)” , editado por la comisión fallera Pintor Andreu de Alzira en el año 1986.

Parece ser que, según recoge Eduardo Part en su libro, este ermitorio data sus orígenes a mediados del siglo XIV; desapareciendo para siempre no hace muchos años. Allí moraron muchos años los últimos ermitaños, Enrique Sancho y su esposa Andrea Ceballos, que seguía la tradición de siglos de cantar els gojos, como ya lo describe el escritor Blasco Ibáñez en el capítulo tercero de Entre Naranjos.

Transcurrieron los años, muchos años, el viejo caserón fue muy visitado por los alcireños, principalmente los huertanos que cada año veneraban la imagen de su patrona; pues era, recuerden, y sigue siendo, la reina de los azahares de La Ribera. El viejo caserón, decíamos, amenaza­ba ruina y fue en las fiestas a la Virgen de 1922, en la predicación del recordado padre escolapio Pompilio Tortajada, el día 8 de septiembre, cuando incidió y alentó a los alcireños a la construcción de un nuevo ermitorio dedicado a la Virgen de Lluch. Fue unos años más tarde, en 1927, cuando una junta de alcireños, presidida por el doctor Lisardo Piera Azorín, acometieron los trabajos con los proyectos preliminares.

En las fiestas de San Bernardo de 1924 fueron inauguradas las obras en la explanada, que era muchísimo más pequeña que la existente. La primera piedra del actual santuario, se colocó el domingo 17 de julio de 1927, con asistencia del arzobispo de la diócesis, Prudencio Melo y alcalde, siendo los padrinos Lorenzo Colomer y Emilla Gisbert. Las obras continuaron hasta 1932, paralizándose por los motivos políticos de la época.

En marzo de 1936 la imagen de la Virgen de Lluch fue destruida. Al termi­nar la contienda fraticida se reemprendieron las obras que no finalizarían hasta el mes de febre­ro del año 1966, fecha en que se terminó de coronar el campanario, tras remozar la fachada. Avanzada la tarde del 14 de marzo de 1966, hacia las seis, llegaba al santuario el vicario general de la diócesis, que durante muchos años fue párroco de San Juan de Alzira José Songel Pérez. Fue recibido al pie de la escalinata por el director espiritual de la cofradía Joaquín Nadal Steinfelder y por el teniente alcalde en representación del ayuntamiento, doctor Enrique Montalvá Albentosa. También estaban presentes en este acto las falleras mayores de las fallas de la ciudad de Alzira con sus respectivas cortes.

Las cuatro campanas que se iban a bendecir se hallaban situadas, como muestra la foto, al pie de la escalinata. Antes de proceder a la bendición, junto a cada campana se situaron los padrinos correspondientes. Luis Suñer Sanchis y su esposa Carmen Picó al lado de la campana de la Virgen de Lluch, de quinientos kilos de peso y en memoria de su hijo Luis. De la campana dedicada a los Santos Patronos, de 300 kilos, fueron los padrinos Eugenio Martí San­chis y  Josefina Galvañón Eced, de la Colonia Alcireña en Valencia. La tercera, denominada Virgen de los Desamparados, de 150 kilos de peso, tuvo como padrinos Manuel Sanfrancisco Llinares y a su esposa Amparo Ahulló Vila, que fueron representados por su hermana e hija. La cuarta, bautizada con el nombre de El Salvador, de 100 kilos, fue dedicada al joven alcireño reciente­mente fallecido Rafael Ruiz Beltrán, siendo padrinos sus padres Rafael Ruiz Baixauli y Ana Beltrán.

Realizada la bendición, el vicario general y los padrinos dieron los primeros golpes de sonería a las nuevas campanas. A continuación, en el interior del santuario, se celebró la eucaristía y, al finalizar la misma, el mismo vicario general, en nombre del arzobispo Marcelino Olaechea, dio lectura del decreto pontificio, por el que se otorgaba la coronación canónica a la imagen de la patrona de Alzira, la Virgen de Lluch, hecho que se llevó a cabo dos meses después, el domingo, 22 de mayo.

Las cuatro campanas siguen llamando a la oración a todos los habitantes de la comarca de La Ribe­ra desde su santuario de la Muntanyeta, si cabe, un poco más cerca del cielo.

Alfonso Rovira, 27.09.1992

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (36) __ LA CASA BLAVA, EL PENALET Y EL CRISTO DE LOS “ALMERIEROS” __ POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (36) __ LA CASA BLAVA, EL PENALET Y EL CRISTO DE LOS “ALMERIEROS” __ POR: ALFONSO ROVIRA

"Cuando los rayos del sol naciente le despertaron por la mañana en el vagón —venía de Madrid Rafael Brull en el tren— lo primero que vio antes de abrir los ojos fue un huerto de naranjos a la orilla del Xúquer y una casa pintada de azul, la misma que asomaba ahora, a lo lejos, entre las redondas copas de follaje, allá en la ribera del río". Así hace referencia Blasco Ibáñez de "La Casa Blava" al principio de su novela “Entre naranjos”, que como nuestros lectores ya saben se desarrolla en nuestra ciudad de Alzira.

"La Casa Blava", según la tradición, parece ser la que mostramos en la foto del repor­taje de hoy, cercana a la ciudad, al principio de la partida de Tulell, al mismo lado del que fue cementerio hasta 1898, año en el que fue construido el nuevo en el Pla de Cor­bera debido a los problemas que acarreaban las inundaciones en esta zona cercana al río.

En esta casa vivía el señor Martí, cuya fábrica de tejas y ladrillos se hallaba en el Penalet, cercano a su residencia.  Hoy, en el mismo Penalet, se encuentra la calle denominada “Tejar Martí”, en memoria de la fábrica que allí se asentaba. No hemos podido hallar documentación, pero, al parecer, funcionaba en el pasado siglo porque el bisabuelo de Ramón Méndez, que siempre residió en esta barriada con su familia, era el encargado del tejar. “El teular” se extendía desde lo que hoy es la calle de este mismo nombre a la de Hernán Cortés.

Los”Almerieros" y su Cristo

Los "Almerieros", así se les denominaba, eran los encargados de las expediciones de troncos que transportaban por vía fluvial desde Cuenca, utilizando la corriente de las aguas del Júcar. Eran hombres de extraordinaria experiencia que saltando de tronco en tronco y armados con una pértiga llamada galonda en unas tierras y en otras tocho, conducían hasta Alzira "la maera"; depositándola en el embarcadero de la serrería de Pardo, pasando el Pont de Ferro, desde donde las caballerías lo hacían llegar hasta la serrería, hecho que nos ha constatado José Vila, un anciano alcireño que lo presenció en repetidas ocasiones. También, al parecer, la madera era sacada del río a la altura del puente de San Gregorio hasta el arenal para llevar los troncos hasta donde se ubicaba el ¿teularet? y, desde allí, las carretas de bueyes lo distribuían a las serrerías de Alzira y pueblos de La Ribera.

El señor Baeza, "Estanquer de la Plaça", nos ha saciado la curiosidad contándonos como llegó la imagen del Cristo de los “Almerieros” a Alzira. “Els Almerieros”, al parecer, según le contaron nuestros antepasados, lo hallaron entre unas cañas y enseres que arrastraban las aguas, lo recogieron y ataron a los troncos que transportaban por las aguas y al llegar a Alzira lo depositaron en el “Teularet de Martí”. De allí nació la fiesta que hemos conocido.

Transcurrida la Guerra Civil, y la imagen sagrada guardada en casa de un vecino, se reanudó la fiesta del Cristo, hasta que la noche del 2 de octubre de 1962 se celebraba una cabalgata de disfraces en la que tomaban parte muchos niños; otros la presenciaban desde el tablado instalado en la esquina, al final de la calle, éste estaba en su base atado con cuerda de la que antaño se usaba para sujetar los andamios. Lo cierto es que con el peso de la multitud que ocupaba el estrado, éste cedió viniéndose abajo, con la fatalidad de quedar atrapado y falleciendo el niño Javier Hidalgo Galán, que apenas contaba con diez años de edad. A partir de aquel año, las fiestas al Cristo de los "Almerieros" no ha vuelto a celebrarse.

Sin embargo, pasado bastante tiempo, los jóvenes residentes en la barriada de EI Penalet, hace unos pocos años, han formado una comisión fallera y todos los años plantan una falla en este sector de la ciudad. La imagen del Cristo se dejó en depósito en el domi­cilio de la familia Dalmau, en la calle Pintor Parra numero nueve, donde fue salvado de la pantanada de 1982 y de las inundaciones de 1987.

Cuenta la tradición que el nombre de Penalet viene del tiempo de la dominación árabe en Alzira. Era un lugar donde enviaban a los moros rebeldes, “els penats”, a modo de destierro, a extramuros de la población. Otros hablaban de que era un penal a modo de sifón de una acequia de riego y algunos prefieren el que a la altura de lo que hoy es la calle Méndez Núñez, se levantaba un muro donde los niños jugaban a la pelota. Escojan el que más les guste, lo cierto es que no hemos encontrado noticias fidedignas que lo avalen. Lo que es seguro es que en Alzira no hubo ningún penal.

Alfonso Rovira, 20.09.1992

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (35) __ EL “PONT DE FERRO” Y OTROS PUENTES Y PASARELAS __ POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (35) __ EL “PONT DE FERRO” Y OTROS PUENTES Y PASARELAS __ POR: ALFONSO ROVIRA

Algetzira, la vieja isla según los árabes, era una ciudad amurallada, inexpugnable mili­tarmente, rodeada por el río Júcar que la abrazaba con sus aguas. Poco a poco, al transcu­rrir el tiempo, fueron construidos puentes para el acceso a ella. Que sepamos, el primero de ellos, en el camino de Valencia, fue el de Santa María, que después pasó a denominarse de "Sant Gregori" por la ermita que en uno de sus lados se ubicaba. Su construcción, según Carlos Sarthou, en su "Geografía del Reino de Valencia", comenzó a realizarse en 1308, terminando sus obras en 1329; se invirtieron 143.700 sueldos.

Conocimos también el puente del arrabal, que después fue de San Agustín y, finalmente, hasta 1966 (año en el que fue destruido) de "San Bernat". Terminando la segunda decena de este siglo, entró a prestar servicio el "Pont de Ferro", del que nos ocuparemos hoy.

También se construyeron pasarelas como la de Tudela, que fue después de San José. Otra, la del Mercado al Arrabal, cerca del "Cami VeII" —Colón —. Hubo otro puente que tenía tres ojos y que iba desde el "Molí de Fus", cercano a la Constructora, al camino del Alborgí  —hoy calle Pere MorelI —.

Muy cerca del "Pont de Sant Gregori", río abajo, alrededor de los años 20 del siglo XX, se estaban terminando las obras del puente de hierro  —cuyo modelo también lo podemos ver en Albalat de La Ribera, Sueca y Cullera—, cuyo proyecto fue realizado por el ingeniero Enrique González Granda, que lo terminó un año antes de finalizar el siglo XIX por encargo de la Dirección General de obras públicas de Estado. El presupuesto ascendió a 400.000 pesetas.

Este puente, sin más apoyo que los estribos sillares edificados sobre los márgenes del río Júcar, cruza su cauce y tiene 72 metros de luz. En las obras estaba previsto realizar, al mismo tiempo que se construía el puente, la demolición del puente de San Gregorio, cerrar el brazo muerto del río Júcar que encerraba a la ciudad en una isla y la construcción de muros o pretiles de piedra sillar de contorno, circunvalando la población, como conocemos en la actualidad, para la defensa de las avenidas del río.

En el número 18 del semanario "Alzira Cartelera" de fecha 17 de febrero de 1962, que editaba Ismael Mascarell, uno de los colaboradores, Ángel Ares Álvarez, recogía a modo de pensamiento, lo que del puente de hierro opinaba: "Cuantas generaciones han pasado por mi maltrecho cuerpo. Cuánto he sufrido con las inclemencias del tiempo, que sin cesar se han abatido sobre mis miembros. ¿Cuánta ha sido el agua que discurrió bajo mi atenta mirada, oyendo constantemente ese dulce rumor de su conti­nuo deslizar por estas rocas de su lecho? ¿Cuántas triunfales mañanas, cuántas lánguidas tar­des, propicias noches, amaneceres inciertos, gozó de mi la juventud? Pero ahora, al correr el tiempo, y en la soledad de las noches, cuando sólo se perciben los misteriosos ruidos nocturnos, que suena dulcemente en mis oídos, cansados de tanto tráfico diurno, me gusta recordar".

Sigue diciendo, en este caso, como si hablara el propio puente: "Fue por el año 1911 cuando comenzó mi construcción, finalizando en 1918, después de haberme sometido a riguroso examen. Desde entonces, vengo prestando mis servicios ininte­rrumpidamente. Creo que fue a finales del pasado año 1961 cuando entre los muchos rumores que el viento trae y se lleva a través de mis miembros, me enteré de que pronto tendré un sustituto. La verdad, la noticia no me causó gran impresión, la esperaba hace tiempo, éste no pasa en balde y creo que he quedado un poco anticuado para los tiempos actuales, de momento quizá me destinen a "servicios auxiliares", pero mi fin está próximo, lo presiento; pero lo espero con gallardía, tengo la certeza del deber cumplido".

Pues no ocurrió como predecía Ángel Ares, hace treinta años. No ha pasado nuestro querido puente a "servicios auxiliares", si bien está limitado el paso por él de grandes tonelajes. Antaño, ya lo saben ustedes, transitaban los carros portando la naranja; pero en la actualidad, tras haber sido remozado en varias ocasiones de pintura y obras en su calzada, así como en sus estructuras más vitales, sigue prestando un buen servicio, aunque, recordemos, estuvo a punto de ser destruido por una de las bombas que arrojó la "Pava" en plena Guerra Civil y que afortunadamente no dio en el objetivo en el que tenía previsto impactar.

Hoy, a sus 74 años de su construcción, sigue prestando un buen servicio a los alcire­ños y habitantes de la comarca. 

Alfonso Rovira, 13.09.1992

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (34). EL POLIDEPORTIVO PÉREZ PUIG Y UN POCO DE HISTORIA DEL DEPORTE EN ALZIRA. POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (34). EL POLIDEPORTIVO PÉREZ PUIG Y UN POCO DE HISTORIA DEL DEPORTE EN ALZIRA. POR: ALFONSO ROVIRA

Cuando a mitad del mes de septiembre de 1977 entraba en servicio el polideportivo de la carretera de Algemesí, que fue el primero de que dispuso la ciudad para hacer deporte a cubierto, su emplazamiento, según el proyecto, se ubicaba en la zona ya descrita, en la comarcal 3320 de Xàtiva a Silla, en el kilómetro 22, margen derecho.

En el Pleno de la Corporación del 15 de noviembre de 1972, que presidía José Pellicer Magraner, se refrendó la convocatoria de la construcción de una pista cubierta en el polígono número 1, del Plan General de Ordenación Urbana, proyecto que realizó el ingeniero Antonio Peris Barberá, con la conformidad de la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes, obra que realizó el constructor alcireño Agustín Goig Lorente.

Las obras se iniciaron el 31 de marzo de 1975, hecho que constata la fotografía que acompa­ñamos y en donde una máquina procede a la realización de las zanjas para la cimentación del edificio. A un lado, Ismael Mascarell, delegado comarcal del diario Levante, entrevista al concejal de deportes del Ayuntamiento, el doctor David Cuesta Caselles.

Por aquella época, temporada 1974-75, se fundó el equipo de baloncesto Avidesa, por iniciativa de Luis Suñer, en la que también tomaba parte el jefe de ventas de la empresa, Rafael Sanfrancisco y el delegado del equipo, Luis Sánchez García. Los encuentros se disputaban en los terrenos donde poco más tarde se construiría el polideportivo al que hacemos referencia, precisa­mente donde hoy se ubica el parking de vehículos. Luis Suñer, también en esta ocasión, colaboró para el acondicionamiento del campo. Poco después el Club Baloncesto Avidesa ascendería a la tercera división, pasando a disputar los encuentros en el campo municipal “Venecia”, en las pistas ubicadas tras la tribuna del campo de fútbol.

La reglamentación establecía jugar en pista cerrada, eco que recogió el alcalde Camilo Dolz, acelerando el proyecto que fraguó el anterior consistorio y con la colaboración de la Delegación Provincial de Deportes, que presidía Juan Domínguez, comenzó a construirse el polideportivo cu­bierto del que estaba carente la capital de La Ribera Alta .

En 1978, el equipo de baloncesto Avidesa pasó a depender del Ayuntamiento alcireño con la colaboración de firmas comerciales de la ciudad. En el mes de mayo de este año, jugó la liguilla de ascenso en Logroño y pasó, tras vencer a sus oponentes, a la segunda división. Aquí terminó su historia, puesto que al no haber presupuesto, no ejerció en esta categoría.

Este polideportivo cubierto ha sido testigo presencial de numerosos encuentros, sobre todo del público alcireño, en el que militaban jugadores tan conocidos como Alberto Medán y Vicente Cucarella, entre otros; cuando estaba en pleno vigor el A.D. Balonmano. Fue inaugurado en el mes de septiembre de 1977, siendo concejal de deportes Ginés Gil Azorín. Por su pista pasaron equipos de renombre nacional como el Bazán, Valencia, Lliria y el Cotonificio de Granollers.

No hace muchos años, el concejal que fue del Ayuntamiento de Alzira, Ramón Méndez López, según sus propias manifestaciones, propuso a la corporación dar el nombre de “Fernando Pérez Puig” al polideportivo de la carretera de Algemesí. ¿Quién era Fernando Pérez Puig? Fernando, el mayor de diez hermanos, nació en Alzi­ra y fue maestro nacional; ejerció su docencia en un pueblecito asturiano, Casto Somiedo. Murió en Almazora, provincia de Castellón. Algunos de sus hijos siguieron también su profesión de enseñar.

En la época en que el A.D. Alzira jugaba en el campo del Arenal, junto al río Júcar, muy cercano al nuevo puente de la variante, a Fernando Pérez Puig le preocupaba que los deportistas tuvieran mejor terreno y ubicación. En “El Heraldo de Alzira”, publicado en el año 1928, encontra­mos la reseña sobre la bendición e inauguración del nuevo campo de deportes “El Fernandino”, de la sociedad Deportiva “Grupo Escolar D.F”. “El Fernandino” se encontraba en lo que después fue Padre Castells; en sus obras contribuyó económica­mente con la filantropía que caracterizaban a Fernando Pérez. Fue inaugurado el día 22 de julio de aquel año 1928. Ese día, a las cuatro de la tarde, directivos y socios, juntamente con los ciclistas que tomaron parte en las carreras de aquella tarde y la banda de música “La Unión”, se dirigieron a la iglesia de San Juan, donde con el cura párroco y los padrinos, el doctor Francisco Bono y su hermana Toniquín, se trasladaron a las instalaciones. Terminó el acto  —según cuenta la crónica— con los acordes de la Marcha Real y una “dispará” de una traca de 80 metros.

Las necesidades, el crecimiento de la población y la práctica del deporte, han hecho que los responsables de la administración local, en el transcurso de los últimos años hayan construido el polideportivo “Fontana Mogort” y el “Palau dels Esports” ambos al lado de lo que fue al antiguo cami­no del Alborgí, orgullo de los alcireños y de todos los que lo han visitado.

También, la concejalía de deportes del Ayuntamiento, siempre potenciado por la entusiasta mano de José Martínez Boronat, el Ayuntamiento municipalizó, hace unos años, el campo Venecia; primero llamada “El Fernandino”, después “Padre Castells”, más tarde “Estadio del Frente de Juventudes” y, ahora, “Estadio Venecia”; donde también se celebran los festiva­les en las fiestas patronales del mes de julio.

Alfonso Rovira, 06.09.1992

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (33) __ EL TRANSPORTE PÚBLICO EN ALZIRA, DESDE LAS TARTANAS HASTA LOS TAXIS __ POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (33) __ EL TRANSPORTE PÚBLICO EN ALZIRA, DESDE LAS TARTANAS HASTA LOS TAXIS __ POR: ALFONSO ROVIRA

El transporte público que conoció el que suscribe, en principio se centraba en las recordadas tarta­nas de la época de menos prisa y sosiego que, tiradas por caballos, tenían su punto de salida en la Plaza Mayor, situadas en la parte derecha en el sentido de la marcha hacia el puente de San Bernardo, entre los tres quioscos que existían en el paseo de los árboles.

Las tartanas eran de dos clases, las clásicas y las de verano; se cubrían con tela de color caqui y eran más frescas, corría mejor el aire. De sus aurigas, recordamos a Bruno Butiña y su hijo Bruno y al “So Bernat" suegro del primero, que a sus más de ochenta años aún conducía la tartana que llevaba el  correo a la estación de ferrocarril. Recordamos también a su sobrino Eduardo Butiña "Eduardet el taxista"; Boluda y Antonio Micó, que presentaban servicio de trans­porte de viajeros a la estación, distante del centro poco más de un kilómetro, por la única vía de acceso que era el "Carrer Nou" y el ”Pont de Ferro". También las tartanas prestaban servicio en los entierros para desplazar a los deudos del fallecido al camposanto.

Conservamos un grato recuerdo del señor "LIuiso", un alcireño propietario de un landó que tirado por dos caballerías servía el traslado a la iglesia a las bodas y bautizos con sus caballerías enjaeza­das de donde pendían campanillos que alegraban el paso por las calles anunciando un acontecimiento ciudadano; también recordamos cuando trasladaba al torero alcireño Antonio Alarcon "Carbonerito" a la plaza de toros de Alzira, vestido de luces, para enfrentarse con el astado que le hubiera tocado en suerte. También le recordamos cuando era monaguillo de Santa Catalina, a principios de la década de 1940,  y acompañaba al sacerdote don Luis Castellano para celebrar la misa dominical en el oratorio del Huerto de Brú, en la época estival, donde residía la familia Lamo de Espinosa y disfrutando de la amabilidad de una anciana, doña Amelia, que era abuela de Jaime Lamo, que fue Ministro de Agricultura. José María Sales Luis, concejal de fiestas del ayuntamiento de Alzira y sustituto del registrador de la propiedad, gustaba que todos los sábados por la tarde el tartanero le desplazara a la vecina población de Carcaixent para asistir a las peleas de gallos.

Discurría la década de 1940 cuando entraron en servicio los avances de la técnica, los automóviles de alqui­ler, llamados "taxi" por llevar taxímetro —de "taxe", tarifa; del latín "taxare" y éste del griego "tasso"—, la buena cuestión es que los coches de alquiler, poniéndose a nivel europeo, se llamaron "taxis".

Terminada la contienda civil española daría comienzo la guerra mundial y, con las dificultades propias del momento, el combustible era escaso, por lo que fue adoptado por los transportistas el gasógeno, que habían de "fabricar" el gas, dando a la manivela del "artilugio" que antes habían prendido fuego a la cáscara de almendra o hueso de oliva. También había que detenerse tras algunos kilómetros recorridos para sustituir el filtro, como lo hacia el padre de Sebastián Gil  en el desplazamiento a Valencia, al llegar a la Torre de Espioca.

Los taxistas tenían su punto de parada en la Plaza Mayor, junto al andén de los árboles, frente a la escalinata de las Escuelas Pías. Eran propietarios de licencias de taxis, no quisiéramos olvidarnos de nadie, Antonio Micó y después su hijo Antonio; Sebastián Gil y su hijo que continúa en la profesión; Bernardo Giménez; los hermanos Páris; el señor Gomis; Vicente Bellver; Cándido Sales; Eduardo Butiña; Enrique Cos­ta; Manuel Rubio; Elías Abarques; Bernardo Boquera; Juan Castellón; el señor Domingo y José López, el "americano", del que disfrutábamos escucharle sus andanzas por el oeste americano.

La mayor parte de los taxistas eran oriundos de Almería, como José López Salmerón, de "Roquetas de Mar", más conocido por el "compadre" y que hoy hemos elegido para ilustrar este reportaje. El "compadre" fue uno de los populares taxistas por los servicios que realizaba en la vida alegre y nocturna.

No podemos resistir el contarles alguna de las anécdotas de los servidores del transporte público. Isidoro Cano Zapata, que vivía en la barriada de Les Barraques, tenía una mujer que, para que no perdiera el “punto" al mediodía, antes de salir de casa por la mañana le preparaba una "cassola d'arros al forn" y él, tranquilamente, a la hora de la comida, sacaba una banqueta de su gran vehículo y la consumía en la misma plaza a la orilla de su coche, para ir después al Bar Guinea donde el bueno de Pepe Peñaranda le servía un café.

Antonio Micó —padre—, persona muy sería y responsable, siempre cuidó de estar a la altura de la modernidad de sus vehículos de servicio público; también en su larga vida de servicio, le ocurrió una simpática anécdota. Llegó un cliente y le dijo "vatja fent el gas, que me té que portar a Valencia". Mientras, se fue al coche para salir, y este señor fue al coche y abrió la puerta para dejar la gabardina y la cartera, pero no subió. Al escuchar la puerta, abrirse y cerrar, arrancó y emprendió el viaje. Al llegar a la altura de la torre de Espioca le preguntó al supuesto viajero a donde tenía que conducirle, dándose cuenta de que no había nadie detrás e iba solo.

Han pasado muchos años, las licencias han ido cambiando de manos, de los que conducían desde el pescante a otros "amarrados" al volante con cien ojos pendientes de la carretera. Algunos son nuevos en el oficio, pero todos, sin lugar a dudas, se esfuerzan en atender al usuario lo mejor que pueden, poniendo a disposición del público los mejores vehículos, tratando de estar al día en la técnica, comodi­dad y rapidez; sin tener que dar a la "manivela" para "fabricar" el gas con la cáscara de almendra o tener que buscar piezas de repuesto para los automóviles que venían de América o de Europa. 

Alfonso Rovira, 30.08.1992