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EL SEIS DOBLE - DIARIO DIGITAL DE ALZIRA

Articulistas ----------------------- Alfonso Rovira

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (56). AQUELLOS MAESTROS DE ESCUELA EN 1940. POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (56). AQUELLOS MAESTROS DE ESCUELA EN 1940. POR: ALFONSO ROVIRA

“Siempre recordaremos con cariño al que fue nuestro primer maestro”

 

Si observamos atentamente las condiciones de la vida, encontraremos que hay un problema esencial en el mundo: hacer mejor al hombre. Si profundizamos en las condiciones de este problema, sacaremos pron­to la consecuencia de que para resolverlo, no hay más que un remedio: educar al niño. Pero la educación es una obra larga y compleja, que comprende el desarrollo y perfeccionamiento de todas las facultades y a la que deben ser dirigidos todos los afanes y cuidados de la vida entera.

Para ello, fue creado el Magisterio Nacional, un cuerpo formado por maestros nacionales que para ingresar en él, se requería estar en posesión del título de Maestro de Primera Enseñanza y haber aprobado una oposición.

En España, a partir del siglo XIX, surgió la preocupación de la enseñanza estatal; y a partir de 1812 se organizaron los distintos tipos de enseñanza primaría, media y superior que se han visto acrecentadas con estudios técnicos y artísticos.

En la época de mi niñez y adolescencia, nuestra nación había terminado de atravesar una guerra civil; era, el nuestro, un país pobre, devastado, deshecho; los ayuntamientos, de los que dependían las escue­las nacionales a través de la Junta Municipal de Enseñanza, tuvieron que rehabilitar escuelas, si bien ya existían antes de la contienda y durante la misma en edificios particulares —no habían, como ahora, grupos escolares— se instalaron las escuelas. Las conocimos en la recordada "Escola del Ratolí”, en la plaza del Sufragio; al final de la calle San Francisco; en la calle Chulvi; plaza de Santa Catalina; en l’Alquerieta; Muntanyeta; Les Barraques; Garrofera y en la calle de la Enseñanza, número cuatro, donde ejercía el magisterio mi padre —lugar donde se fundara Cartonajes Suñer, en el año 1926, que en el año 1935 se trasladó a la calle del doctor Ferrán—.

Doce pesetas diarias

Era un grupo de maestros  —que percibían el emolumento del Estado de 12 pesetas diarias, que como ustedes podrán imaginar, muy escaso para subsistir una familia— casi todos llegados a Alzira el 1 de noviembre de 1934, donde tomaron posesión por concurso de traslado, como se denominaba, a “más de 10.000 habitantes”, pasando poco después, como todos los alcireños, todas las necesidades y sufri­mientos que comportaba la contienda civil.

Llegados los años cuarenta, —1940— de los que recordaremos hoy, los maestros continuaron dando clase y enseñando a leer y escribir a los niños. No se olviden que en la docencia, lo más importan­te, entiendo, es la primera enseñanza, que es como el árbol que se planta y hay que cuidar y vigilar para que no crezca torcido. Por ello, cuando el niño acceda al siguiente paso como son las enseñanzas medias, tenga una buena base de inicio y ello se debe a los maestros de primera enseñanza, llamada ahora EGB. En 1940, mis contemporáneos se acordarán aún de sus maestros, los que nos dieron las prime­ras clases, con el catón, en los parvularios o con la enciclopedia de primer y segundo grado de "Dalmau CarIes". Eran Francisco Llácer, en la calle Canónigo Cervera, al mismo lado de la plaza de San Juan; Juan Bautista Navarro, en la del Ratolí; Emilio Pastor Rojo; Manuel Gaspar Lacruz; Manuel Chorro; Alfonso Escudero Inglán; José Bosch; Andrés Rico; Fernando Nuñez; Agustín Izquierdo Villagrasa; Ismael Rovira Doménech y Fabián Marco. ¿Se acuerdan de las maestras?: Emiliana Belinchón, esposa de Manuel Gaspar; Juana Vicente Marco; Agustina Benedí, esposa de Alfonso Escudero y Julia Mateo Menéndez, que es la única que vive de esta generación de maestros.

El parvulario

También recordamos a las maestras de párvulos, María Morales; Josefa Momparler; Justa Estellés, que tenía la "escuelita" en la plaza de Santa Catalina; Silveria Soler y Matilde Soler. Estaban después atendidas las barriadas de la población. En L’Alquerieta, Benjamín Durbán Alegre y María Romero; en Les Barraques, Juan Vicente Sanchis y en La Garrofera Francisco Ribero.

Sería quizás, en 1942 o al siguiente año, cuando por aquellos días se acercaban a las escuelas los fotógrafos y tomaban unas placas de los alumnos, en grupo, de las clases. La muestra que hoy publica­mos está tomada en la puerta de lo que fue iglesia del Sufragio, en la plaza del mismo nombre, junto a la escuela, donde hoy se sitúa el edificio de la Delegación de Hacienda. Eran niños de la barriada, hoy hombres maduros por el paso del tiempo, que no perdona.

El maestro, Agustín Izquierdo, y de entre los alumnos que en la foto figuran, quisiéramos nombrar a todos, pero la memoria nos traicionaría. No obstante reconocemos a Gregorio Canet, al lado del maestro; un poco a la derecha, Eugenio Canet,  sacerdote párroco de la iglesia de la ciudad fallera de Valencia; en la línea superior hacia la derecha, Pepe Aranda Company; al lado de Gregorio Canet; los hermanos Grande, Manolo y Lorenzo; el tercero de la línea de abajo, Bernardito Cuenca, fallecido no hace muchos años y el que suscribe, tercero de la línea superior.

 Niños, que en la época en que comenzaron la enseñanza, solamente disponían de pocos libros; como hemos dicho, la enciclopedia, una libreta, lápiz, goma de borrar, un tintero empotrado en el pupitre donde mojar la pluma y muy poco más. Hoy, "como las ciencias adelantan que es una barbaridad", nuestros hijos salen, de lo que en la actualidad se llama EGB, mayormente preparados para acce­der a institutos y más tarde a la universidad, con mejor capacidad que nosotros, los de la generación del "moniato" y la "coca de dacsa", pero de lo que estoy bien seguro, es que siempre recordaremos con cariño al que fue nuestro primer maestro.

 

Alfonso Rovira, 14.02.1993

 

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (55). LA COOPERATIVA LA AGRÍCOLA DE ALZIRA YA ES CENTENARIA. POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (55). LA COOPERATIVA LA AGRÍCOLA DE ALZIRA YA ES CENTENARIA. POR: ALFONSO ROVIRA

La andadura de la Cooperativa La Agrícola comenzó en 1892. En aquel año, Alzira hacía 16 años que había pasado de villa a ciudad y contaba con unos 13.000 habitantes

El miércoles 11 de diciembre de 1991 comenzaba el acto de apertura del I Centenario del punto de arranque de la Cooperativa La Agrícola de Alzira, cuyo distintivo, en este último siglo, se ha distinguido por una enseña en la que se aprecia una “C” y una “A” (Cooperativa Agrícola), entrelazadas con los colores verde del naranjo y naranja del mismo fruto; además de un campo labrado y un sol naciente. Todo relacionado con la agricultura. Una bandera con el arco iris, que representa el cooperativismo desde 1923, en la que la alianza cooperativa internacional la adoptó como el símbolo de la unidad de las personas, cooperativistas sin ninguna distinción de raza, color o estamento económico.

Este acto de apertura del I Centenario se llevó a cabo en el Gran Teatro municipal con "lleno hasta la bandera". Estaban presentes, el alcalde Francisco Blasco; el presidente de la cooperativa, Bernardo Martín; falleras mayores de Alzira, acompañadas del presidente de la Junta Local Fallera; miembros de la junta rectora; socios y muchos vecinos de esta población.

La andadura de la Cooperativa La Agrícola comenzó en 1892. En aquel año, Alzira hacía 16 años que había pasado de villa a ciudad y contaba con unos 13.000 habitantes. Desde aquella época, la agricul­tura ha ido evolucionando progresivamente, de la viña, algarrobos, olivares y morera para la industria de la seda, pasaron sus habitantes al cultivo del arroz y más tarde a los cítricos.  Faltaban pocos años para que concluyera el siglo XIX, cuando un grupo de alcireños se reunieron para formar una cooperativa y así hacer valer aquello de "la unión hace la fuerza".

Alzira, con unas plantaciones de naranjos que ocupan una extensión de más de sesenta mil hanegadas, hace que sea el mayor término de la nación de productores de estos frutos y puede sentirse orgullosa de tener una cooperativa, La Agrícola, que ha venido enarbolando la enseña en esta última centuria en el mundo cooperativo. Aquella tarde intervendría, primeramente, realizando los menesteres de moderador, el archivero municipal y cronista de la ciudad, Aureliano José Lairón, siguiéndole en los parlamentos el presidente de la cooperativa, Bernardo Martín, quien hizo una exhaustiva historia de la entidad que representaba, destacando el que en estos cien años han pasado alrededor de diez mil socios efectivos en una estrecha relación familiar de 40.000 personas, manteniendo en la actualidad unos 3.500 socios, en una relación aproximada de 15.000 personas, es decir, casi la mitad de la población asociados a la cooperativa. Todo este colectivo ha sido, hasta la actualidad, dirigido por unos 50 conse­jos rectores, que servían unas 500 personas, de los cuáles 20 habían ocupado la presidencia, todos ellos, con la colaboración de 2.000 empleados, han hecho posible que la cooperativa haya llegado a este día para celebrar esta conmemoración.

La Cooperativa fue creada primero como una asociación, más tarde como un sindicato agríco­la, y en consecuencia de su finalidad, fue acoplándose a las necesidades del labrador, para resolver sus problemas, que cada día salían al paso y que no eran pocos. Desde esta asociación se promovió la creación de un sindicato de Policía Rural —las oficinas de estos guardas del campo se situaban en el piso alto de los locales de la cooperativa—, servicio que con el tiempo pasó a depender de la Cámara Agraria y en la actualidad del Ayuntamiento por haber quedado disueltas.

Esta cooperativa es por consiguiente una realidad democrática, dentro de los distantes mo­mentos, pues fundada durante la regencia de la reina María Cristina y el reinado de Alfonso XIII, pudo sobrevivir a todos los cambios de la dictadura de Primo de Rivera a la segunda República, la Guerra Civil, el gobierno de Franco y la actual monarquía parlamentaria, lo que arroja una idea de la solidez de esta empresa, fundamental para la agricultura. En este año de la celebración del primer centenario se han desarrollado una serie de actividades en las que han tomado parte los escolares, los deportistas y los amantes de la cultura, que disfrutaron en el concierto que ofreció la banda de la Sociedad Musical de Alzira en el Gran Teatro Municipal. También la publicación de un libro que recoge la historia de esta entidad que ha recopilado el estudioso alcireño Bernardo Sanchis, libro que será presentado en el trans­curso del acto de clausura que se llevará a cabo el próximo viernes.

En los actos celebrados con motivo de la efemérides, destaquemos el del día 15 de mayo de 1992, festividad de San Isidro Labrador, patrón de los agricultores, la misa que se celebró en la parro­quia de Santa Catalina que ofició el Arcipreste, Juan Pont Bodi, acompañado del sacerdote alcireño, Bernardo Carreres Oliver. El descubrimiento por parte del presidente Bernardo Martín de una placa de” taulellets valencians” dedicada a los que hicieron realidad el acto que se estaba conmemorando.

Por la tarde continuaron los actos con la inauguración de la muestra agrícola en la casa de cultura, presentando el acto el arqueólogo alcireño y director del mismo, Agustín Ferrer. En esta expo­sición se podían contemplar aperos de labranza que usaban nuestros antepasados. Por la noche se reunieron en una cena de clausura de los actos celebrados en este día, donde el presidente agradeció la colaboración de todos y pidió más unión, si cabe, a los labradores socios de la cooperativa, calificándoles de "autoridades responsables".

Recordemos aquella casa habitáculo de la cooperativa, en aquel rincón de la placeta donde el recordado con­tratista Olegario Esteve servía a los agricultores que comentaban los trabajos que habían realizado a lo largo del día, sentado reposando en los cómodos “panerots” de mimbre amarillento y, sobre todo, recordemos también a alguien  que dio un gran empuje a la cooperativa, como fue el presidente recientemente fallecido, Antonio Costa Ull.

Alfonso Rovira, 07.02.1993

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (54). LA FIESTA DE LA CANDELARIA. POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (54). LA FIESTA DE LA CANDELARIA. POR: ALFONSO ROVIRA

Luces para La Murta

 

"Si la Candelaria riu, ja estem en I'estiu, i si plora, el l'hivem ja està fora". Es uno de los refranes populares valencianos que anuncian la llegada del buen tiempo, que la primavera se acerca.

La liturgia de la Iglesia católica celebra en estos días la Purificación de María y la presen­tación del Niño en el templo. Una fiesta que aparece ya en el siglo IV en Jerusalén. A mediados del VII se introduce en occidente, donde se subrayó el aspecto mariano de la fiesta, ya que se conmemoraba la también purificación de la Virgen, cuarenta días después del parto. La reforma litúrgica actual ha restituido su categoría de fiesta del Señor. Al principio del oficio, el celebrante bendice los cirios para recordar que Cristo es la "luz de las naciones" de ahí el nombre de Cande­laria. Luego se distribuyen los cirios y se celebra una procesión cuyo origen más antiguo es peni­tencial.

Distintas parroquias de nuestra ciudad vienen concelebrando esta fiesta a través de los años, de los que recordamos en el transcurso de los años cuarenta, ésta se celebra en la capilla de las Escuelas Pías, a la imagen de la Virgen de la Consolación y Correa, que en años anteriores a 1936 se celebraba en la iglesia conventual de San Agustín, que como los alcireños recuerdan estaba en el carrer Fosar, hoy Pérez Galdós. Parroquia que fundaron los monjes agustinos que moraban en el monasterio de Aguas Vivas y que vinieron a Alzira a instancias del rey Jaime I, allá por la mitad del siglo XIII, y que alrededor de 1877 pasaron a regirla los padres escolapios, quienes estuvieron más de sesenta años impartiendo el magisterio en nuestra ciudad. Al abandonarla, la imagen de la Consolación y Correa, que presidía esta celebración de la Candelaria en la capilla que estaba instalada a la izquierda de la entrada de lo que hoy es la Casa de Cultura, se hizo cargo la familia Ribes, que vivían en la plaza Mayor, 16, en cuyo número siguiente se ubicaba la droguería central y en el primer piso los locales de Acción Católica de San Juan.

Después, estas dos casas formaron lo que hoy es un solo edificio. Con motivo de las obras pasó a disponer de ella María Ribes, quien tras la pantanada de 1982, con el acuerdo de la junta directiva de la cofradía, la donó a la parroquia de la Virgen de Lluch, que comenzó a fun­cionar en un domicilio particular de la calle Camilo Dolz, propiedad de Tomás González y, más tarde, en un aula del colegio Francisco Franco, hoy Blasco Ibáñez, hasta que fue construido el templo en la calle Pedro Esplugues por el párroco Joaquín Nadal Steinfelder.

La primera madrina de la fiesta fue María Cruz Carrió Boquera, y a partir de entonces alternaron cada año el madrinazgo solteras y casadas. En la actualidad, dirigidos por el párroco José Santamaría, dentro de estas celebraciones litúrgicas, se dedican actos con la participación de jóvenes, niños, la familia, la celebración de las bodas de plata de los matrimonios de la feligresía y también para las personas de la tercera edad y, finalmente, el día 2, la celebración de la fiesta de la Presentación del Señor en el templo. Cabe señalar que, en el salón Parroquial, con la colaboración de feligresas de la parroquia y de otras de la ciudad, se realizó una exposición de trabajos de ganchillo artesano y bordados.

Otra parroquia del arrabal, la de San Juan Bautista, desde 1944, nos cuenta Salvador Baeza Peris, que es presidente de la Asociación Religiosa de la Inmaculada y San Luis Gonzaga, celebran la fiesta a la imagen de la Virgen del Consuelo y Correa. En la época a que nos referimos, la fiesta se celebraba en los locales de una cooperativa. En la actualidad se celebra en la misma parroquia, donde se nombra una madrina y se organiza una procesión que recorre las calles de la feligresía. Celebrar la fiesta

En 1954 se fundaba la Real Cofradía de Nuestra Señora de la Murta y al año siguiente comenzaron a celebrar la fiesta de la Purificación, con un triduo preparatorio, llegando al día 2 de febrero en que por la mañana se celebra misa de infantes y descubierta. Por la tarde, a las siete, tiene lugar el reparto de candelas y bendición de las mismas y más tarde la procesión denominada de "luces", que recorre los aledaños del templo, finalizando con la misa y ofrenda del niño por los padrinos, que este año han sido nombrados Juan Antonio Navarro y su esposa Dolores Landa. Para ilustrar el reportaje de hoy, hemos elegido la fotografía de las personas que partici­paron como padrinos y camareras de la fiesta celebrada en el segundo año, organizada por la Real Cofradía de Nuestra Señora de Alzira. Era en 1956 cuando el día anterior de la misma, el 1 de febrero, los asistentes pasaron "més fret que Carracuca", pues los ribereños sufrieron la fatal hela­da que hizo fueran arrancados todos los naranjos. En la imagen, de izquierda a derecha, de pie: María Lacasa Gomar, Amparo Hernandis Simarro, Lina García García, Rafael Presencia Lliso —­padrino—, Julia Pellicer Verdú, Marisa Martínez García y Araceli Coves González. Sentadas: Mariles Piera Redal, Manolita Sanfrancisco Llinares, María Teresa Donat, Amparo Redal Sánchez —ma­drina—, Maruja Sifre, Amparo García Llinares y Adela Tena Ramírez.

Alfonso Rovira, 31.01.1993

 

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (53). UNA PINTURA CELESTIAL QUE VOLVIÓ A “SU CASA” - POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (53). UNA PINTURA CELESTIAL QUE VOLVIÓ A “SU CASA” - POR: ALFONSO ROVIRA

Se trata de una obra pictórica que representa a San Félix de Cantalicio, un lego franciscano capuchino, fallecido en 1587 y beatificado en 1625

Les vamos a contar las vicisitudes que "sufrió" una pintura que, hallándose en la capital de España, hizo el viaje a nuestra Alzira. Se trata de un gran cuadro que en la actualidad, desde hace más de cuarenta años, cuelga en la puerta de acceso a la sacristía de la iglesia de Santa Catalina.

Según nos relata el historiador alcireño Bernardo Montagud en su publicación “Alzira, arte en su historia”, editado por la Asociación de Padres de Alumnos del Instituto Rey Don Jaime de Alzira, en 1982, “es una pintura que representa a San Félix de Cantalicio, un lego franciscano capuchino, fallecido en 1587 y beatificado en 1625; viste hábito de la orden y no el blanco de los cistercienses. Los ángeles que le acompañan llevan la bolsa del pan para los pobres, tal y como lo exige su iconografía y detallan los textos”.

Los alcireños, sigue diciendo Montagud, pretendían un "San Bernardo de Claraval", de la orden del Cister, del pintor alcireño Parra, quizás, al desconocer la iconografía, remitieron equivocadamente la tela tal y como se ha tenido.

En 1970, el catedrático y consejero superior de investigaciones científicas del instituto Diego de Velázquez, Alfonso Pérez Sánchez, contempló el referido lienzo. Recibiendo datos sobre la procedencia del mismo, afirmaba, tras proporcionársele el documento gráfico, que se trataba de una pintura cuyo autor era el madrileño Francisco Camilo (1615-1671), discípulo de su padrastro, Francisco de las Cuevas.

Su producción muy extensa y de calidad irregular; su mayor parte fue para las iglesias de Madrid, Alcalá de Henares, Toledo y Segovia. Fue uno de los pintores de estilo plenamente ba­rroco de la escuela madrileña.

¿Quién de mis contemporáneos no recuerda a la familia Lanzas? Residían en la casa solariega de un bello huerto, aún en pie, al que se accede por la carretera de Albalat, en el entron­que en el camino de Benicull, en la partida de Xixerá. Allí vivían las hermanas Milagros e Isabel de Lanzas Barrere con su madre, María Barrere Carón de Lanzas. Aquí, en Alzira, las conocíamos por el cariñoso sobrenombre de "las madrileñas", que se destacaban allá donde se encontraban por su esbeltez y simpatía. En el frontispicio de la casa del huerto, aún se puede contemplar una imagen de Nuestra Señora de La Murta, de ladrillos de cerámica, construida en el siglo XVIII, en 1786 concretamente.

Esta familia que, habitualmente residía en Madrid, en una casa nobiliaria de la calle Hortaleza, donde colgaba, entre otros, el referido cuadro. Alrededor de 1950 hubo de trasladarse de vivienda, en la que la pintura no les cabía por sus dimensiones, pensaron en hacer donación a la iglesia.

Era párroco de Santa Catalina Antonio Sanchis Castellano y, para que la pintura viniera a Alzira, ciudad muy querida por la familia Lanzas, el buen cura se puso en contacto con el director de la academia de dibujo Ricardo Fluixá, y éste con otro alcireño residente en Madrid, Eugenio Martí Sanchis, quien hizo las gestiones de viajar a la capital del oso y el madroño. Tenía en Ma­drid, si mal no recuerdo, en la calle Serrano, una exposición de muebles, Salvador Carreres Oli­ver, cuya fábrica se ubicaba en la placeta de les Gallines, de Alzira. Él se encargó de la construcción de un cajón de madera, donde ubicar el cuadro para el transporte a la ciudad del Xúquer. Una vez todos los cabos atados y el cuadro convenientemente embalado, había que pensar en el traslado. El transportista alcireño Bernardo Rosell Ferrer tenía que realizar un viaje a El Escorial para trasladar unas colmenas, por lo que se ofreció para que al regreso, que venía de vacío, recoger el cajón con el cuadro.  Allá que se fue en tren a Madrid Ricardo Fluixá, donde se encontró con Eugenio Martí y Salvador Carreres, regresando con la pintura en el mismo camión hasta Alzira.

Como dijimos al principio, esta obra se le atribuía al pintor alcireño Máximo Asensio Tomás Parra Albentosa y su sobrino, el archivero municipal y sacerdote, José María Parra, quiso estar presente a la llegada del cuadro para comprobar la firma del autor, que era Francisco Cami­lo, uno de los primeros pintores del barroco.

Pocos días después, el cuadro, cuya pintura tenía cuatro dedos de margen cortados en todos los ángulos, fue colgado en el lugar donde hoy lo podemos admirar, a la entrada de la sacristía de la iglesia de Santa Catalina, por el carpintero Francisco Bernabeu, oficial del taller de Rafael Coll Furió, que se situaba en la calle Mosen Grau

El párroco de Santa Catalina y arcipreste de San Bernardo, Antonio Sanchis Castellano, relataba las noticias en la publicación semanal, "Aleluya" de aquellos días.

Alfonso Rovira, 24.01.1993

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (52). EL ANTIGUO MERCADO MUNICIPAL

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (52). EL ANTIGUO MERCADO MUNICIPAL

Desde 1884, hasta hace bien poco, Alzira tuvo un mercado municipal de notable importancia

 

En 1884 fue construido en la plaza del Mercado un pabellón destinado a pescadería, según memoria descriptiva del arquitecto. Desde aquel año, la recién nombrada ciudad, Alzira posee un mercado cubierto, como vemos en la fotografía que acompañamos, que después describire­mos. Un mercado cubierto, digno de su importancia y compuesto de cuatro galerías formadas por elegantes columnatas de hierro, en combinación con la madera y el zinc, los cuales ofrecían un agrada­ble conjunto que resultaba cómodo para el público y los vendedores. Limitaban al lado del mercado numerosas casitas independientes, cubiertas y con sus cierres en las que se realizaba la venta de carnes y salazones. Faltaba tan sólo una dependencia separada para la pescadería y este servicio fue el que vino a llenar, completando el mercado. Un pabellón octagonal cuyo presupuesto alcanzó 6.377.64 pesetas. En 1944, siendo alcalde el doctor Lisardo Piera Rosario, se remodeló parte del mercado con la higienización de algunas dependencias, ampliación del mismo con una serie de mesas de piedra artifi­cial, colocadas sobre artística obra de fábrica de ladrillo timbrado de gran solidez.

Si "recorren" la foto verán, en primer término, a la izquierda, las casetas donde estaban instala­das las carnicerías que se asentaban sobre el antiguo circuito amurallado. De los industriales carniceros que conocimos en la época a que hacemos referencia, estaban Gregorio Marzal, "Goriet el carnicer", los hermanos Alfonso, los Morell, Flores, Tudela, Bohígues, Serra... Un poco más arriba, en la misma línea, aún se puede ver el desaparecido también "Café Fondo", regentado por Micalet. A su izquierda se situaba la pescadería, donde vendían su mercancía procedente de la mar, entre otras, las señoras Victorina y Tonica. Más a la derecha, la otra taberna de la señora Elisa y en la esquina siguiente, tras cruzar la calle del Amparo, dentro de la misma plaza, se situaba una de las dos chocolaterías, en ésta lo servían calen­tito, tres hermanas: Consuelo, Pura y Trini. Siguiendo la línea rectangular, estaban las carnicerías y al llegar a la esquina de la calle Santos, la dels pilonets, podíamos degustar el buen chocolate que preparaba Encarna Corts, con las también buenas manos de su hermana Fina y de su prima Rosita Ferrer. Rico chocolate en cuya taza se podía mojar con los deliciosos churros que elaboraba María Fuster en su caseta al  bajar los escalones, cerca del río. La señora Encarna, en verano, también preparaba un rico “aigua llimó” y leche merengada. No nos podemos olvidar en el centro del mercado a los hermanos Peris, Ernesto y Eduardo, que vendían salazones. Rafael Esteve, Salvador y María, Vicente Carrión y el quios­co de Blayet en el centro de la plaza, que Emilio Serra, el carnicero, fue el último en disfrutarlo. Muchas verduleras, que despachaban ricos productos de la huerta. Detrás del quiosco, entre las carnicerías, una fuente con un pilón de hierro y al lado el retén de la policía, el repeso.

Descendíamos los tres escalones, y en la amplia acera encontrábamos a los asentadores en el merca­do de abastos. Aún podemos comprobar en la fotografía la casa de los Aranda, en la esquina el ultrama­rinos de Alberola, Pepe y Tomás; al lado la casa de los Aranda, la Taberna de la Simona y más adelante la señora Virginia que vendía loza y la señora Isabel que también tenía el mismo producto; la fábrica de hielo de Torremocha, el almacén de plátanos de Patricio Soler y la posada de los Palomares. Otras tiendas de tejidos se situaban más hacia el principio de esta calle, como la de Antonio Martínez, Conill, Borrás, Sierra, Durá, Micó, el Randero, Gresa, la tintorería Diego, la oficina de consumos y, ya casi cerca del mercado, la posada de Sampedro y, muy cerca del mercado, en el centro de la calle, los vecinos vienen plantando falla desde los primeros años después de los cuarenta, al llegar las fiestas de San José.

De todo lo que les hemos hecho memoria solamente quedan para el recuerdo los árboles que siguen marcando el tiempo transcurrido.

Desaparecido el antiguo mercado salieron a relucir vestigios de nuestros antepasados.

El mercado es un edificio público destinado permanentemente en días señalados a comprar vender o promulgar géneros y mercancías. En la península Ibérica, los visigodos impulsaron la creación de lonjas para la venta y cambio de mercancías y, por otra parte, siguieron funcionando pequeños mercados dedicados al consumo local, que se situaron junto a las ciudades. En Alzira conocimos hasta no hace muchos años el mercado, la plaza, el Prado, en la Vila, entre el antiguo brazo muerto del Xúquer —hoy avenida Luis Suñer— y la calle Faustino Blasco, antes de la lonja. Era donde acudían las amas de casa cada mañana, excepto domingos y festivos, a proveerse de los alimentos necesarios del consumo diario.

Desconocemos cuando comenzó a funcionar este mercado, el del Prado; lo que sí sabemos por haberlo conocido a través de los documentos que se conservan en el rico archivo municipal, que en 1859, siendo alcalde Juan Redal, el Consistorio propuso expropiar terrenos anexos a la plaza de referen­cia. Eran propiedad de Francisco Ignacio Monserrat y la casa de José María Laviña. Estas se situaban en lo que hoy es la calle del Amparo y casa de Laviña entre Santos y Faustino Blasco, en cuya esquina había una noria y una balsa para almacenar el agua que extraía la misma.

Las obras de remodelación se basaron en el proyecto del arquitecto municipal José Camaña Laguna, alcanzando la cifra de 30.744,07 pesetas el 21 de octubre de 1880. La armadura que conocimos fue terminada el 31 de diciembre de 1882 y en la construcción intervino el arquitecto Antonio Marto­rell, con una verja de cerramiento.

Alfonso Rovira, 17.01.1993

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (51) - SANT BERNAT, 350 AÑOS DE PATRONAZGO – POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (51) - SANT BERNAT, 350 AÑOS DE PATRONAZGO – POR: ALFONSO ROVIRA

Jaime I, tras la liberación de Alzira, hizo buscar sus cuerpos. Tras hallarlos, mandó fabricar una iglesia en honra de nuestros mártires

EI 19 de julio de 1993, camino del siglo XXI, se cumplirán 350 años en que el entonces pontí­fice de la Iglesia Romana, Urbano VIII, dispuso el "Motu Propio", la reducción de fiestas de precepto, por el que de entre las locales, sólo la del patrón había de prevalecer. Y era el caso que Alzira que no tenía patrón proclamado oficialmente. Sucedió que dando cumplimiento a la disposición Pontificia, los jura­dos de la Villa, con el Justicia, en Concejo General —19 de julio de 1643—, convocado a timbales, batientes y vibrantes sones de nafils por calles y plazas de la población, proclamaran patrón de la Villa a San Bernardo Mártir, que regó con su sangre esta bendita tierra.

En la huerta de la Algetzira había un convento bajo la advocación de San Bernardo. La funda­ción tuvo lugar en el tiempo del rey Jaime I de Aragón  que más tarde fue monasterio bajo el título del mismo santo. Convento de trinitarios porque los Padres de la Villa con el auto recibido de Jaime Clemente, notario, dieron esta casa a los frailes de dicha orden y por ellos la aceptó Miguel Bonell, que fue el primer ministro de este nuevo convento. En primera instancia, en el cenobio vivieron nueve frailes, reteniéndose los dichos jurados en el auto de donación, por pacto especial el patronazgo de dicha iglesia y el cuerpo de San Bernardo y sus reliquias y así quedaba a disposición de los jurados de la Villa. Así lo cuenta en su crónica de Valencia el P. Martín Vizayens en 1564.

De este santuario trataremos hoy, más conocido por “la Pileta” muy próximo a la carretera de Alberic, en la partida de Sant Bernat. En 1956, siendo presidente de la Archicofradía de los Santos Patronos, Manuel Montagud Ricart, se construyó en un grácil edículo, donde tras la reja se pueden venerar, en un retablo en cerámica de quince piezas que reproducen las imágenes de San Bernardo y sus hermanas, Gracia y María, cuyas reliquias se conservan en la iglesia Parroquial de Santa Catalina. Hay una inscripción donde se lee "en este lugar según la tradición, fueron martirizados en el año 1180 los santos Bernardo María y Gracia". Era un 20 de agosto. Poco más de medio siglo después, don Jaime el Conquistador, tras la liberación de Alzira hizo buscar sus cuerpos, con ayuda de señales del Cielo. Tras hallarlos, mandó fabricar una iglesia en honra de nuestros mártires.

En 1558 el convento de San Bernardo Mártir se entrega a los monjes de la Santísima Trinidad ya raíz de la guerra de las Germanías se ocultan sus restos. El día 23 de julio de 1599 son encontradas las reliquias donde habían sido escondidas en el suelo de la sacristía, siendo autentificadas por el enton­ces arzobispo de Valencia, Juan de Ribera, y en 1609 se depositan en una imagen de bronce y se precin­tan. El mismo prelado, en enero de 1610, presidía el novenario y decretaba el que cuando salgan en procesión lo hagan bajo palio, haciendo donación de un palio que se conserva en el Ayuntamiento de Alzira.

El 21 de julio de 1746, el Consejo Municipal conocía un Memorial en el que los monjes del convento de San Bernardo para la construcción de un nuevo edificio y abandonar el viejo, construido en 1558, que amenazaba ruina por las constantes avenidas del Xúquer, que lo habían dejado mermado en cuanto a firmeza, como ya sucedió en otras ocasiones, además de que la partida de Sant Bernat está muy honda y las malas condiciones del terreno que eran muy húmedas.

Nuevo convento

Los monjes consiguieron la licencia y el 14 de agosto de 1750, fray Miguel Peña, ministro del convento, con otros monjes y autoridades, se trasladaron al lugar donde se iba a ubicar el nuevo con­vento, que debió situarse en lo que hoy conocemos por la “Placeta de Sant Bernat”, cerca del antiguo mercado del detall.

Pasaron los años y a escasa distancia de la Pileta, fue construido un nuevo santuario dedicado a los Santos Patronos. El proyecto lo diseñó el arquitecto Francisco Revert  y el aparejador Enrique Mon­talvá.

El domingo día 20 de enero de 1980, a las doce del mediodía, se efectuaba la colocación de la primera piedra. Presidía la ceremonia el entonces vicario general de la Diócesis Valentina, Rafael Sanus Abad, hoy obispo auxiliar de Valencia; las autoridades locales y como invitado especial el alcalde de Onda. El arcipreste Francisco Albiol, hacía la presentación explicando el acto que se iba a realizar,  procediéndose a la colocación de la primera piedra como recoge la fotografía. En primer plano, el arcipreste junto con los padrinos, la niña Rosa Elena Mazo y Rafael Ruíz, con el presidente de la Archicofradía Bernardo Mazo, quien bajo el período de su mandato tuvo el honor de cumplir la promesa que otros antepasados nuestros hicieron antaño para la construcción de un santuario en el lugar del martirio. Un año más tarde, precisamente el 19 de julio, el recordado arzobispo Miguel Roca Cabanellas inauguraba y bendecía solemnemente las obras terminadas.

Con motivo del 350 aniversario del patronazgo, la Pontificia Archicofradía, que presiden José Palacios y María del Carmen Quilez, han programado diversos actos. Está previsto realizar un viaje al monasterio de Poblet, en el mes de junio, un acto literario, poner en escena tres representaciones de la obra de José Mengual "Estandarte de Reconquista", celebrar una misa en rito mozárabe, invitar al arzobispo de Valencia y al Abad de Poblet, un Te Déum en acción de gracias el día 19 de julio y, por otra parte, se están realizando obras de remodelación y acondicionamiento del Santuario en la Partida de Sant Bernat.

Alfonso Rovira, 10.01.1993

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (50) - LA HISTORIA DE LA BANDERA DE LA SENYERA Y LA CONQUISTA DE ALZIRA POR JAIME I

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (50) - LA HISTORIA DE LA BANDERA DE LA SENYERA Y LA CONQUISTA DE ALZIRA POR JAIME I

Cualquiera sabe donde se apostaron las huestes del rey Jaume I para la toma de la antigua isla del Xúquer Algetzira. Posiblemente, el bloque principal estaría donde hoy se asienta la barriada del Arrabal de Santa María "Les Barraques", al otro lado del río, si las tropas procedían de la capital Valencia. Pero también hubieran podido atravesar el río y situarse en el Alborgí, cerca de la "Senieta alta", o en el campo dels "mandarins de Fava". Lo bien cierto es que, ahora hace 750 años, el rey de Aragón y sus ejércitos, sitiaron la inexpugnable isla e hicieron que los árabes se rindieran, ya que no podían salir a las huertas de su ubérrimo término para aprovisionarse de sus ricos frutos, donde sus moradores eran reconocidos labradores. Era, según las crónicas "la vespra del benaurat Sant Silvestre Papa", es decir, el 30 de diciembre de 1242, cuando le era entregada la llave de la ciudad a Jaime I y, poco más tarde, ondeó el pendón cristiano en el "Castellet de Sant Pere". Pero eso fue después de separar el terreno entre los conquistadores y conquistados.

Al finalizar la guerra civil española, recordamos que la conmemoración de la entrada de los cristianos a las tierras ocupadas por el poder de la media luna, se celebraba el mismo día de San Silvestre, 31 de diciembre. No sabemos el por qué. ¿Sería la interpretación del Aureum Opus.

 De lo que damos fe es que la fiesta de la conquista de la ciudad —que fue tomada sin derramamiento de sangre, ni violencias— antaño, a principio del año 1940, era una fiesta restringida donde participaban los vecinos, la corporación munici­pal junto con las autoridades locales y funcionarios del Ayuntamiento; reuniéndose a las doce del mediodía en el salón de sesiones de la casa consistorial, donde el archivero, y a la vez funcionario, el recordado y erudito sacerdote, José María Parra Ballester, oficiaba la misa, en latín, en el altar de San Silvestre, para conmemorar tal efemérides. Misa que siempre ayudaba el también funcionario y profesor de la Academia Júcar, Justo Navarro Parra.

Pasaron los años y un alcireño, teniente alcalde del ayuntamiento y a la vez presidente de la Junta Local Fallera, José María Sales Luis, adquirió una  Senyera valenciana, enseña que había sido portada por muchos alcireños que habían luchado en ambos bandos en la contienda civil. También, por el que fue alcalde de Alzira a principios de los años 30, Francisco Oliver y por otra parte hay testimonios gráficos del desfile de soldados, cuando el general Franco entró en Valencia en el año 1939, de que la Senyera figuraba entre otras enseñas en la tribuna presidencial. La verdad es que la bandera, que había adquirido José María Sales, particularmente, fue guardada por orden del alcalde, por considerar­la "separatista". Al correr los años y sucesión del consistorio en el ayuntamiento, llegó el tiempo en que tomó posesión de la Junta Local Fallera el concejal Alberto Rubio Santa Fe; con el jefe de alguaciles, Manuel Grau Gurrea, y tras exhaustiva búsqueda, la hallaron en un arcón del cuarto de concejales, entre otros enseres, como unas espadas que usaban hace muchos años los agentes de la policía municipal. Dada cuenta al alcalde, José Pellicer Magraner, decretó que la bandera fuera entregada en depósito y custodia a la Junta Local Fallera y, desde aquel tiempo, en la fiesta de la conmemoración de la toma de Alzira, participa el pueblo, representado por los falleros a los que se adhieren los ciudadanos.

Fue en 1971, cuando el escultor valenciano, Octavio Vicent, por encargo del Ayuntamiento, moldeó una alegoría en bronce: un monumento que se ubicó en la Plaza de Casasús, bajo el titulo de "La muerte de Jaime I". Bernardo Montagud Piera, en su libro “Alzira, estudios artísticos”, publicado por la comisión fallera de la Plaza Major en 1990, lo describe con todo detalle, cómo el rey don Jaime recibe el viático en Alzira, poco antes de morir, vistiendo el hábito de San Bernardo Mártir y renunciando a la corona, en 1276.

Los falleros, que custodian la Senyera Real en su sede del antiguo edificio del Ateneo Mercan­til, la bajan con todos los honores por uno de sus ventanales y es recibida por el presidente de la Junta, quien es el portador, custodiada por otros miembros de la misma o presidentes de comisiones falleras. Es acompañada por multitud de comisiones falleras ataviados todos con el traje regional, cerrando la comitiva la banda de música. Después, es trasladada hasta la plaza de Casasús. Antaño, según cuentan las crónicas, en 1975, siendo alcalde el doctor Camilo Dolz, la recibió en el salón de sesiones, oficiándose una misa por el reverendo Bernardo Carreres Oliver, para después rendir homenaje al rey conquistador en la plaza de Casasús y el camino de regreso a la sede de la Junta Local Fallera; en aquella ocasión era portada por el concejal síndico, doctor David Cuesta Caselles.

La fotografía que acompañamos data de diciembre de 1972, al término de la ceremonia en el ayuntamiento, la enseña real era portada por el concejal sindico, Manuel Ros Sifre, al que acompañaban los concejales Rafael Andújar Oliver, Alberto Rubio Santa Fe, y detrás de éste aparece el recordado y muy querido maestro nacional, Francisco Llácer Domingo. Un poco más a la derecha, el alguacil Bernardo Cano. En primer plano de la comitiva, la fallera mayor, Manola Comes Sanfrancisco, acompa­ñada de dos de las seis damas de la corte, María José Tude!a Duval y Encarnación Ros Fontana.

Alfonso Rovira, 03.01.1993

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (49) - LA INAUGURACIÓN DEL CLUB DE TENIS ALZIRA EN 1972 - POR: ALFONSO ROVIRA

ESTAMPAS Y RECUERDOS DE ALZIRA (49)  -  LA INAUGURACIÓN DEL CLUB DE TENIS ALZIRA EN 1972  -  POR: ALFONSO ROVIRA

“Siempre que se llega a Alzira se despierta un sentimiento análogo; el sentimiento de una sorpren­dente admiración. Llegar a Alzira, encontrarse con los montes transformados en huerta; ver lo que podríamos llamar ‘rascacielos’. Transformar un río en una espaciosa avenida es algo que despierta forzosamente la admiración de cuántos gozamos de estas transformaciones. Por eso, solamente en Alzira podría haberse llevado a cabo esta maravilla que hoy contemplamos del más bello, indiscutiblemente bello, Club de Tenis que puede haber en el mundo entero. Situado ante una panorámica sorprendentemente de tal naturaleza, que tengo la seguridad que el único fallo deportivo que aquí se va a producir es la dificultad de mantener la atención pendiente de aquello que se está jugando, porque hay excesivas tentaciones, no sola­mente de las muchachas que integran este club, sino también del paisaje”.

Eran palabras del Gobernador Civil de Valencia, Antonio Rueda y Sánchez Malo, el día de la inauguración del Club de Tenis Alzira un 22 de diciembre de 1972, precisamente el día en que por la mañana se había realizado el sorteo de la lotería de Navidad, sin que hubiera ninguna suerte gorda para nuestra ciudad. A las cuatro y media de la tarde, en la explanada de] club, se habían reunido muchísimos alcireños para llevar a cabo la mencionada inauguración, hace ahora veinte años (en el momento de escribir esta crónica). Junto a la primera autoridad provincial estaba el Gobernador Militar, general de división, Luis Barbeito Louro; el alcalde de Alzira y procurador en Cortes, José Pellicer Magraner; el delegado provincial de deportes, Eugenio Martí Sanchis; el inspector comarcal de de­portes, Juan Ferrer Ferrandis; el delegado local de deportes, David Cuesta Caselles; el presidente de la Federación Provincial de Tenis, Álvaro de Moutas González; el presidente de honor del Club de Tenis Alzira, Luis Suñer Sanchis y presidente del mismo; Adrián Campos Bialcanet y  su junta directiva.

El primer acto que se llevó a cabo fue cortar la cinta protocolaria de la inauguración por el Gobernador Civil, quien aprovechó la ocasión para saludar a las reinas de las fiestas de Alzira, Manola Comes Sanfrancisco y a la niña María del Carmen Ruiz Quilez. Poco después, el arcipreste Francisco Albiol Bañón procedía a la bendición de las instalaciones. Seguidamente, la comitiva se desplazó a las pistas deportivas donde presenciaron una exhibición de tenis de simples y dobles a cargo de Arín y Jesús Gisbert y los locales Llobregat y Cuesta, así como una demostración de baloncesto en la pista polideportiva.

Poco más tarde, en la entrada principal del club social, pronunciaba unas palabras el presidente Adrián Campos Bialcanet, en las que resumió el breve historial del recién inaugurado Club de Tenis Alzira, con la entusiasta ayuda de Luis Suñer que les había facilitado los terrenos. Seguidamente, habla­ría el alcalde, José Pellicer, quien manifestaba la enorme satisfacción de la puesta en marcha del club: “Con vuestra obra,  este atractivo complejo deportivo hará que nuevas gentes y nuevas empresas vengan a visitarnos y al hacerles más agradable su estancia entre nosotros, reforzarán nuestra economía. Quede bien patente, en nombre de la ciudad, el agradecimiento a todas las personalida­des que se han desplazado desde la capital de provincia para presidir la inauguración y felicitar el Club de Tenis Alzira y a todos sus miembros, y especialmente a la junta directiva con su presidente, por la vertiente en que ha sido cumplida su doble misión, alentándoles para que sigan inasequibles al desaliento, con la seguridad de que cumplen una patriótica tarea. Para todos, mi enhorabuena”.

Después de este parlamento, el Gobernador Civil procedió a descubrir una lápida en la que dice textualmente: “Club de Tenis Alzira. Fue inaugurado por el Excmo., Sr. D. Antonio Rueda y Sánchez Malo, Gobernador Civil de Valencia, el 22 de diciembre de 1972, siendo presidente de honor perpetuo el Excmo. Sr. D. Luis Suñer Sanchis”.

En la obra del Club de Tenis Alzira, situado en la Colonia Montealegre, privilegiado balcón sobre el frondoso Valle de La Murta, se invirtieron veinticuatro millones de pesetas. Este gran complejo deportivo contaba en el momento de su inauguración con cinco pistas reglamentarias de tenis, todas ellas perfectamente iluminadas y con un amplio graderío para contemplar las competiciones. En otro plano distinto se encuentra una piscina de 25 por 13 metros, así como otra destinada a los niños, con su parque infantil.

El local social del club cuenta con un amplísimo salón al estilo valenciano, con un mural de azulejos que reproduce el desaparecido puente de San Gregorio, histórico en Alzira, al igual que un mirador que divide la vega naranjera.

A lo largo de estos veinte años últimos (en el momento de escribir esta crónica), el Club de Tenis ha sido centro de visita turística obligada en la gira por la ciudad. Por sus pistas han pasado las mejores raquetas y en sus salones se han celebrado innumerables fiestas, tanto sociales como benéficas. Los presidentes a cuyo cargo han estado la organización y conservación del mismo, con las juntas directivas, se han esforzado siempre para que sigan in crescendo para la atención y el bienestar de todos cuantos lo visitan. En la fotografía que acompañamos, podrán reconocer a muchos de los alcireños que estuvieron presentes en la inauguración.

 

Alfonso Rovira, 27.12.1992